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La Doctora Maravilla romance Capítulo 145

—Subiré entonces. —Abel se limpió las manos en el delantal.

—Está bien. Subiré cuando termine con los platos.

Emma estaba a punto de volver a la cocina. Timoteo gritó desde la escalera:

—Mami, los trajes de papi están hechos un desastre. No va a ponerlo todo en su sitio. Deberías ayudarle.

—¡Bien! Me pregunto qué les pasa a todos.

Emma solo pudo seguir a Abel escaleras arriba. Astro salió corriendo del dormitorio.

—Papi, mami, es un desastre por dentro. Es como si unos bárbaros hubieran saqueado el lugar.

Abel y Emma intercambiaron miradas, pensando que era muy prematuro que Astro supiera lo que son los bárbaros. Entraron uno tras otro en el dormitorio de Abel y se quedaron estupefactos de inmediato.

«¿Qué demonios? ¡Esto parece más la escena de un terremoto!».

—¿Qué estaban haciendo? —Emma observó boquiabierta el interior de la habitación—. ¿Cómo sucedió esto?

—Supongo que se dejaron llevar un poco —dijo Abel mientras se agachaba—. Es inútil preguntárselos. Manos a la obra.

Emma se agachó en el suelo y empezó a doblar la ropa.

—Espera —dijo Abel de repente.

—¿Sí?

Emma giró la cabeza para verlo. Su mirada se detuvo en su figura. En ese momento, parecía un hombre de la casa.

—Tu dedo. Tengo una bandita por aquí, deja que te la ponga —dijo Abel.

Emma pensó que sería algo más grave. Agitó la mano y dijo:

—Es solo un pequeño corte. Es probable que tu saliva ya lo haya curado.

—Eso no servirá. ¿Y si se infecta? —Abel tomó una bandita del cajón y la envolvió con cariño alrededor del dedo de Emma—. Está bien, no se infectará —dijo Abel y sopló con calma.

—Bueno… ¡no te lo pongas de todos modos! —Emma se sentía culpable cada vez que veía el traje.

—Esa es mi ropa. Puedo hacer lo que quiera. —Abel sonaba descontento.

Tiró el traje en el armario. Emma se sorprendió. De repente, todo se volvió oscuro. Se había ido la luz.

—¡Ah, qué mala suerte! —exclamó Abel.

Justo cuando terminó de decir eso, volvió la electricidad. Las dos personas respiraron aliviadas. Un instante después, la puerta del dormitorio empezó a sonar. Era la alarma de seguridad. Las ventanas detrás de ellos también empezaron a hacer ruido.

—¡Oh, no! ¿Por qué está activado el sistema de seguridad? —dijo Abel.

Emma también se sorprendió. Su mansión también tenía el mismo sistema de seguridad. Una vez activado, las puertas y ventanas se bloqueaban de manera automática. Además, las puertas y ventanas eran a prueba de balas. Mientras el sistema de seguridad no estuviera desactivado, nadie podría entrar ni salir.

Abel corrió hacia la puerta. Como era de esperar, la puerta estaba cerrada. Se acercó a la ventana y la empujó. La ventana no se movió.

—¿Qué está pasando? —Abel frunció el ceño.

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