La Doctora Maravilla romance Capítulo 190

Asintiendo con la cabeza, Emma pronunció:

—Sí, Adán reconoció mi aguja.

—¿Qué quiere? —Benjamín estaba preocupado.

Los Adelmar esperaban evitar otro conflicto con los Rivera. Solo significaría problemas si la cubierta de Emma fue descubierta.

—Él tiene sus sospechas, pero me las arreglé para confundir a Adán. Dudo que ahora pueda separar la verdad de las mentiras.

—Adán es un hombre astuto. Puedes engañarlo por ahora, pero sabes que no puedes engañarlo para siempre.

Encorvada contra el sofá, Emma entrecerró los ojos para enfocar a través de la borrosa neblina de la borrachera.

—Relájate. Puede que él sea astuto, pero yo tengo el intelecto y la fuerza de mi parte. —Benjamín sacudió la cabeza y bajó a hablar con Delia—. Dale a la Señorita Linares algo para que se le pase la borrachera. Está divagando como una borracha.

Delia se rio.

—Señor Benjamín, debió ver cómo la Señorita Linares tenía engañado a Adán. ¡Fue impresionante!

Con el ceño fruncido, Benjamín dijo:

—No lo subestimes, Adán es un hombre despiadado. Puedes engañarlo una vez, pero debes ponerme al corriente de todo lo relacionado con la Señorita Linares. No dejes que corra riesgos. Solo porque ella sea traviesa no significa que tú también debas estar al tanto de sus travesuras.

—Entendido, Señor Benjamín. —El miedo comenzó a deslizarse en Delia.

No se podía jugar con Adán. ¿Y si algo le pasara a Emma? Se arrepentirían de no haber tomado mejores precauciones. Delia fue a la cocina a prepararle algo a Emma para que se le pasara la borrachera. Benjamín volvió arriba. Emma se acomodó en el sofá y se quedó dormida, tenía la cara roja y apestaba a alcohol.

Benjamín llevó a Emma al dormitorio y la tapó con las sábanas. Cuando estaba a punto de levantarse, Emma le rodeó el cuello con los brazos. El corazón de Benjamín dio un vuelco. Emma murmuró en voz baja:

—No te vayas, Abel...

Con el abatimiento dibujado en su rostro, Benjamín le bajó los brazos con delicadeza y la metió en la cama.

—Emma, ¿cuándo tendrás tú también esos sentimientos por mí?

Benjamín bajó las escaleras y dio instrucciones a Samanta para que viera cómo estaba Emma, luego abrió la puerta de cristal para marcharse. Una vez afuera de la puerta, Benjamín vio la esbelta espalda de una chica sentada en los escalones, llevaba el cabello suelto y lo movía el viento. ¿Por qué estaba la mujer sentada allí a estas horas?

Mientras se sentía desconcertado, Benjamín reconoció que la chica era Jazmín. Al percibir el ruido a sus espaldas, Jazmín se dio la vuelta y vio a Benjamín. Se puso en pie de un salto.

—¿Qué haces aquí, Jazmín? —Benjamín sonaba disgustado.

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