—Está en el edificio de urgencias y ha venido con Emma —dijo Quentin.
Alana se quedó de piedra.
«Abel no vino a verme a mí, vino con Emma. ¿Emma estaba enferma y Abel la trajo?».
Alana saltó de la cama del hospital y abrió la puerta.
—Doctor Molinari, ¿qué ocurre?
—Emma bebió demasiado y le dolía la cabeza. El Señor Abel la trajo a urgencias.
Sin responder a Quentin, Alana se puso el abrigo, salió corriendo de la sala y entró en el ascensor. Corrió a urgencias enfadada y encontró la sala que había mencionado Quentin. Contuvo la respiración, se apoyó en la puerta de cristal y miró adentro. Cuando vio a Abel y a Emma, se puso sombría de repente. Vio a Emma acurrucada y dormida en los brazos de Abel, y pudo ver el aspecto delicado y encantador de Emma.
Abel abrazaba a Emma como a un bebé. Incluso dormida, mostraba una sonrisa cariñosa. Emma recibió una inyección intravenosa en una mano, y Abel le sujetó la otra con fuerza. El rostro de Alana estaba pálido y en sus ojos brillaba una luz fría y venenosa. Retrocedió unos pasos y preguntó a Quentin:
—¿Cuánto tiempo se quedará Emma aquí?
—Estaba inconsciente cuando llegó. Después de la inyección intravenosa, tiene que estar en observación durante doce horas.
—¡Ya veo!
Alana resopló con fuerza, luego se dio la vuelta y se fue. Cuando Emma se despertó, ya no le dolía la cabeza. Abrió los ojos y su mente estaba despejada. La brillante luz del sol matutino entraba por la ventana, fresca y cálida.
«Este es... ¿el hospital?».
Emma se sobresaltó aún más cuando vio a un hombre tumbado a su lado. Gritó y luego pateó a Abel contra el suelo, él se despertó de la caída. Se levantó rápido y preguntó:
—Emma, ¿estás bien? ¿Todavía te duele la cabeza?
—¿Qué? —Emma señaló a Abel, luego a la sala—. ¿Qué está pasando? ¿Cómo terminé aquí después de dormir? ¿Qué sucedió?
—¿No te da vergüenza preguntar eso? ¿Cuánto vino bebiste anoche?
—¿Cómo llegué aquí?
—¡Me llamaste a medianoche! ¡Me asustaste! —dijo Abel.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Doctora Maravilla