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La Doctora Maravilla romance Capítulo 48

—No importa entonces. Te enviaré los honorarios más tarde.

Emma agitó el brazo.

—Ya que no empezamos a trabajar. Cien por el viaje hasta aquí será suficiente —dijo Benjamín.

—Claro, gracias.

Emma asintió con la cabeza. Benjamín reunió a las limpiadoras.

—Vamos, señoras.

Las limpiadoras subieron a los vehículos, a las dos minivans y se pusieron en marcha. Adrián llamó a su equipo de seguridad.

—Entreguen estas rosas al Grupo Rivera para adornar el vestíbulo.

Los guardaespaldas se subieron las mangas y se pusieron a trabajar para clasificar las novecientas noventa y nueve rosas. Emma se preparó para llevar a los trillizos a la escuela.

—¿Mami linda?

Un niño salió corriendo de la esquina de la calle y llamó a Emma con voz sollozante. Sintiendo un jalón en una fibra sensible, Emma se volteó de forma brusca y encontró a Timoteo de pie con una mochila. Su rostro regordete mostraba dolor y tristeza. Con la vista borrosa, Emma separó los brazos y gritó:

—¡Timo! Estás aquí, Timo.

—¡Te extrañamos como locos, hermano!

Los trillizos se emocionaron.

—¡Bua!

Timoteo gemía mientras saltaba a los brazos de Emma y le rodeaba la nuca con los brazos.

—¿Ya no me quieres, mami? ¿Por qué me enviaste lejos?

—Eso no es verdad, Timo. No es que no te quiera. No soy yo quien decide cuando se trata de ti.

Emma se sintió abrumada por una mezcla de sentimientos.

—¡No me importa! ¡No quiero dejarte mami! ¡No quiero a Alana! ¡Alana no es mi mami!

—No puedes decir eso. Aunque me agradas y te adoro, al fin y al cabo, soy una extraña. Alana es tu verdadera mami.

Adrián se acercó y señaló a los trillizos.

—Sí, Timoteo. Estos tres niños son hijos de Emma. Tú eres hijo de Alana y Abel, no mío y de Emma.

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