La Doctora Maravilla romance Capítulo 68

—Ahora sí.

El hombre sonrió y extendió la copa de vino.

—Gracias.

Emma tomó la copa por cortesía.

«Debe de ser alguien de la Familia Rivera, supongo».

—Es usted muy guapa —dijo el hombre con una sonrisa—. Me llamó la atención en cuanto entró por la puerta. Un brindis por sus encantos.

El hombre levantó su copa de vino y bebió un trago, y Emma no tuvo más remedio que seguir su ejemplo.

—Sus tres hijos tienen un aspecto excepcional. Me dan mucha envidia —dijo el hombre.

—Je, je, ¡gracias!

Se alegraba cada vez que alguien elogiaba a sus hijos.

—Un brindis por sus tres extraordinarios hijos.

Emma no rechazó el brindis y tomó otro trago de vino.

—La forma en que se defendió antes a sí misma y a sus hijos fue admirable. Eso merece otro brindis —dijo el hombre con una sonrisa.

Emma arrugó un poco la frente.

«¿Está aquí solo para hacerme beber? Pero lo que dijo también tiene sentido. Otra copa de vino tinto no me vendrá mal, ¿verdad?».

Emma bebió otro trago de vino.

—¡Fantástico! Admiro a las mujeres como usted, Señorita Linares —dijo el hombre.

Emma apartó la copa.

—Tengo que cuidar de mis hijos. Debería irse a admirar a alguien más.

—Por supuesto —dijo el hombre con una sonrisa—. Podemos conversar más tarde.

«¡Puaj! Sabe tan mal... ¡Pero es mejor que lanzarse sobre los hombres!».

Alana susurró al oído de Alondra.

—Emma fue al jardín. La droga debe estar haciendo efecto.

—¡El Señor X debe estar entrando en acción ahora! —cacareó Alondra—. ¡Estoy segura de que Emma disfrutará del trato, y los atraparemos en el acto!

—¡Sí, vamos!

Alana envió otro mensaje al joven.

«¡Sal!».

El joven sonrió al ver el mensaje en su móvil, se dio la vuelta y se dirigió al jardín. Después de comer unos manojos de hojas y hierba, Emma pudo sentir cómo se le pasaban las oleadas de deseo. Tendría que contrarrestar los efectos restantes con pura fuerza de voluntad. Sin embargo, todavía tenía el rostro enrojecido y la vista borrosa. El hombre encontró a Emma en el jardín. Sonrió cuando vio su cuello abierto de par en par.

—Señorita Linares, ¿tiene calor? ¿Por qué no se quita la ropa y deja que la cuide? No hay nadie más aquí...