El guardaespaldas no dijo nada, pero abrió detrás de él la puerta de madera ornamentada. Alana entró. La habitación era espaciosa y el mobiliario extravagante. Sin embargo, el ambiente era tenso y ella no vio a nadie dentro. Se preguntaba qué estaba pasando cuando una mano le agarró el cuello por detrás.
—¡Ah!
Alana gritó sorprendida, pero la mano le impidió hacer más ruidos.
—¿Sabes por qué te dejé entrar aquí?
La voz ronca de Adán se escuchó desde atrás. Alana se estremeció. Sacudió la cabeza mientras sujetaba la mano de Adán. Su rostro se estaba poniendo morado y sus ojos estaban llenos de pánico.
—¡Porque quiero que sepas las consecuencias de molestarme!
Alana parpadeó con fuerza y forzó un sonido de su garganta. Adán la tiró al suelo y le pisó el rostro.
—¿Por qué me buscabas?
—¡Cof, cof! ¡Cof, cof!
Alana tosió con fuerza varias veces y se aferró al zapato de Adán.
—Necesito que me ayudes a impedir que Adrián vaya al hospital.
Adán entrecerró la mirada.
—¿Qué quieres decir?
Alana le explicó de forma breve la situación. Adán sonrió satisfecho.
—Je. Así que los tres cachorros pertenecen a Abel.
—Así es —dijo Alana—. Pero no quiero que se entere. ¿Qué haré si acaba casándose con Emma?
—¿Cómo quieres que te ayude?
Adán pensó que era muy interesante. Tal vez podría utilizar a Alana para provocar la caída de Abel. ¡Él le arrebató el puesto de director general del Grupo Rivera y lo humilló delante de toda la familia!
—Encuentra alguna forma de impedir que Adrián vaya al hospital. —Alana se levantó del suelo y se apoyó de forma tímida en el pecho de Adán—. No puedo permitir que se descubra la verdad.
—¿Quieres que el niño muera? —Adán sonrió satisfecho—. ¡Eres una desalmada!
—Si muere, mala suerte —dijo Alana—. Pero no olvides que también revisarán si los tíos del niño son compatibles. Ya se me ocurrirá algo cuando le toque a Abel.
—¿Estás diciendo que podrían pedirme mi médula ósea? —dijo Adán con una sonrisa burlona.
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