El hombre rápidamente me inmoviliza, haciéndome girar con tanta rapidez, que me da mareo, pero, ni siquiera me he recuperado del mareo, cuando él me nalguea robándome el aliento.
— Compórtate, pequeña. Deja que primero cure tus heridas y después haces tu rabieta de niña malcriada. — dice el hombre que pasa algo húmedo por una de mis manos heridas.
Aunque intento resistirme, el toque gentil más lo que me coloca hace que el dolor no se sienta igual, por lo que, me giro y dejo que me cure las heridas, mientras mentalmente lo insulto.
Después de todo, no puedo golpear a mi enemigo o insultarlo, cuando no sé hacia donde me lleva y cuantas personas nos siguen.
— ¿Qué es lo que quieres?
— Curar tus heridas. Le prometí a tu padre que te protegería y he faltado a mi promesa en tiempo récord. Lo cual, no me agrada en lo absoluto. — dice él.
— ¿Por qué debo casarme contigo? Si te gusto, no eres el primero que siente algo así por mí, pero, eso no quiere decir que debo casarme contigo.
— Yo no le pedí esto a tu padre, si es lo que piensas. Fue él quien vino hoy pidiéndome que me case contigo.
— No es posible. — susurro aturdida.
— Los motivos, debes preguntarle a él. Lo que sí quiero que sepas es que yo he aceptado y como trato ya pactado, se realizará. Así que, vuelvo a decirte, ¿quieres hacer esto placentero o te vas por el camino largo y molesto?
— No me casaré contigo.
El hombre asiente, pero, se nota que no le importa. Por lo que, muerdo mi labio inferior sintiéndome molesta, porque no parece importarle a él o a mi padre mi descontento con esto.
— Entonces has elegido el camino largo. — dice él mientras el auto se detiene.
Él de inmediato se baja y abre una puerta que parece de un ascensor. De inmediato, miro a mi alrededor y noto que estamos en un garaje un poco conocido. Por lo que, de inmediato, entro al ascensor, que se cierra después de mí.
— Seguramente pensó mejor las cosas mi padre al ver que me marché. Me alegra que me hayas traído aquí, ahora seré yo la que me divertiré y me sentiré complacida al escuchar que mi padre te eche de nuestras vidas. — digo con firmeza.
El hombre a mi lado sonríe, pero, no me dice algo, si no que, apenas se abre la puerta metálica, comienza a quitarse la ropa húmeda. En cambio, yo me congelo apenas salgo del ascensor, porque aunque el garaje es muy parecido al igual que el ascensor, no es mi casa.
— ¿Dónde estamos?
— Un lugar donde te divertirás y te sentirás complacida. Lo que no me dijiste bien es si sentirás todo eso o si necesitas mi ayuda. — dice el hombre quitándose la camisa de botones que me muestra su cuerpo lleno de muchas líneas que dejan claro que se ejercita y mucho.
Rápidamente, cubro mis ojos y me giro al saber que no es educado ver el cuerpo desnudo de alguien que no te ha dado el consentimiento.
— No necesitas girarte. Después de todo, lo verás y tocarás cuando seamos esposos, Day. — dice el hombre a mis espaldas.
— ¿Qué estás pensando, Day? — digo golpeando mi cabeza. — He perdido todo rastro de cordura.
La gran casa que resulta intimidante, me saluda y por ello, debo moverme rápido. Lo mejor es que me coloque ropa seca y después, pensaré en como marcharme. Porque es claro que no puedo quedarme en la casa de un desconocido.
Rápidamente, encuentro una habitación, donde entro y de inmediato, me ducho y visto con ropa seca, para poder marcharme. Cuando estoy en la habitación terminando de vestirme, el teléfono suena y yo contesto deseando pedir ayuda.
— ¿Hola?
— Day. — dice mi padre.
— Papi. — digo y comienzo a llorar por todo lo que me está sucediendo.
— No llores. Todo esto es por tu bien. Debo ir a un viaje importante, así que, ve a todas las citas para organizar tu boda. Dos semanas se van rápido y por eso, necesito que te apresures.
— Papi, ven a buscarme.
— Quédate allá. No quiero que te quedes sola en casa. Day, se obediente, necesito que lo seas y por eso, voy a congelar todas tus cuentas. Solo cuando te cases con él, podrás usarlas moderadamente, te amo, hija y lo siento. — dice mi padre colgando la llamada que me hace gritar y llorar sin detenerme.
‘Esto no puede estar pasándome.’ Me digo mentalmente.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La esposa rebelde del CEO