—Gonzalo, me he olvidado de presentártela. Es mi esposa, Isabella Figueroa —Gustavo también sonrió.
¿Esposa?¿Isabella Figueroa? Sorprendido, Gonzalo se quedó con una expresión compleja.
—Gonzalo, yo soy Cristina —Cristina sonrío.
En un instante, la situación se puso embarazosa.
—Es normal equivocarse ya que las dos se ven iguales —Ramón ayudó a Gonzalo a salir del apuro.
Gonzalo miró a Cristina, y a Isabella también.
Era cierto que las dos se parecían mucho, pero él no se equivocaría. ¿Qué había pasado? Conteniendo las dudas y el enojo, Gonzalo se levantó y se sentó tranquilamente al lado de Cristina.
Al ver el hombre sentarse a su lado, Cristina bajó la cabeza y se rio.
Pero Gonzalo siguió observando cada movimiento de Isabella, sobre todo, su suave mirada a Gustavo que le molestaba mucho.
Isabella… ¡Isabella! En realidad, ¡la Isabella en el móvil de Gustavo era la que siempre echaba de menos Gonzalo! ¿Cuándo se había convertido en la esposa de su hermano?
De inmediato, Cristina se levantó, le sirvió una sopa a Gonzalo,
—Gonzalo, has trabajado mucho estos días.
Pero Gonzalo no le hizo caso sino fijar la vista en Isabella. Al ver la intimidad entre Isabella y Gustavo, se puso muy enfadado.
Sin terminar el almuerzo, Gonzalo se fue con indignación. Entró en su habitación y llamó a Juan.
—Juan, ¿qué te pasa? —Gonzalo se enfureció mucho.
—Señor, ¿qué ha pasado? ¿Por qué te enfadas tanto? —Juan preguntó inquietamente.
—¿Qué mujer me has traído? —hablando, Gonzalo caminaba en la habitación.
—Señor, no le entiendo bien.
—¡Envíame todos los datos de Cristina, incluyendo sus fotos anteriores! —Gonzalo gritó.
Juan tuvo que hacerlo, e inmediatamente le envió los datos de Cristina al correo electrónico de Gonzalo después de organizarlos.
Tras ver todas las informaciones de Cristina, Gonzalo tiró el móvil al suelo de ira. Por un segundo, comprendió por qué cada vez quería acariciar a «Cristina», ella siempre lo rechazaba.
Justo alguien llamó a la puerta. Enojado, Gonzalo la abrió.
Al ver que era Cristina, la agarró por el cuello y la arrastró groseramente a la habitación.
—Qué estás haciendo, ¿Gonzalo? —Cristina se asustó y le pidió la clemencia.
—¡Dime! ¿Qué has hecho para convertirte en mi prometida? —Gonzalo la interrogó muy enojado.
—No entiendo qué estás diciendo —Cristina contestó temblando.
—¡No me hagas usar la violencia! —Gonzalo apretó el puño.
—Fue yo quien te salvó esa noche… —Cristina se mordió el labio.
—¡Basta! ¡No te me hagas la tonta! ¿Acaso no sé quién me salvó esa noche?
—Isabella me dio el jade y dijo que ya estaba enamorada de alguien y que no quería hacerse tu esposa.
Ya estaba enamorada de alguien... Gonzalo se quedó atontado y recordó su mirada cariñosa a Gustavo.
Es así... Gonzalo la soltó y se rio fríamente.
Él extendió la mano hacia el interior del cuello de Cristina, lo que ella malentendió que quería tener sexo con ella. Y de pronto sintió un dolor de estrangulamiento. Antes de que reaccionara, se le había quitado el jade del cuello.
—Gonzalo…
—¡No llames mi nombre! ¡Me das asco!
Gonzalo le tiró un vistazo y salió de la habitación con el jade a tropezones.
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