Cada vez que iba al patio de su madre, la señora Navarro, siempre insistía que sacaran Gonzalo y Cristina el certificado de matrimonio para darle un nieto que le acompañara, pero Gonzalo se llenaba de ira siempre cuando le mencionara a Cristina, al mismo tiempo tuvo que fingirse como si nada hubiera pasado.
La señora Navarro tomó la mano de Gonzalo y dijo con emoción:
—La primera vez que vi a Cristina, pensé que ella era la hija de tu comadre. Por cierto, ¿te acuerdas de esa niña o no? El día que nació esa pequeña, no pudiste dejarla de tus brazos y le dijiste que querías que fuera tu esposa en el futuro.
—No me acuerdo —respondió Gonzalo a la ligera, y luego dijo—. Mamá, tú crees que Cristina se parece a la hija de mi comadre, entonces, ¿Isabella no es la que se parece más?
Cristina se hizo una cirugía plástica según apariencia de Isabella, la señora Navarro no estaba enterado de eso, pero Gonzalo sí.
—¡Isabella no se compara para nada con Cristina! ¡Cristina es mucho más hermosa! No sé por qué ese loco Gustavo se casó con una mujer de origen desconocido sin avisarle a tu abuelo! —exclamó la señora Navarro con mal humor.
Gonzalo habló por Gustavo:
—Mamá, Gustavo tiene sus propias ideas.
—Bueno, no hablemos más de él. Hablando de tu comadre, algún día le invitaré que vuelva del extranjero y conozca a Cristina. De hecho, ella es una pobre mujer — la madre suspiró de repente.
Gonzalo le consoló suavemente:
—Mamá, no pongas triste, eso no es bueno para tu salud.
—Realmente siento lástima por ella, si su hija no hubiera sido secuestrada, es posible que ella y su familia no emigraran al extranjero. Tal vez tú y su hija podrían convertirse en novios —dijo la señora Navarro y empezó a llorar.
Aunque ella no fue la víctima, cuando vio a su mejor amiga lloraba desgarradoramente y casi fue mandada a un hospital psiquiátrico, igual le daba mucha pena y dolor.
Gonzalo sabía que su madre siempre había querido tener una hija, pero lamentablemente nunca tuvo la oportunidad.
—Gonzalo, debes tratar bien a Cristina —le instó la señora Navarro.
Gonzalo solo respondió cambiando el tema:
—Mamá, ya es hora de descanso.
Apenas cuando Gonzalo regresó a su patio, al momento de cruzar la puerta, vio a Isabella con un balde de agua en la mano regando plantas.
Gonzalo recordó vagamente que estas plantas y árboles ya habían secado por mucho tiempo, y ahora todos se vestían de verdor.
—Ya es muy tarde, ¿por qué no vas a tu habitación a descansar? —preguntó Gonzalo con frialdad.
Isabella escuchó su voz y levantó la cabeza.
—Hola Gonzalo, buenas noches —le saludó Isabella con una sonrisa.
Parecía que se llevaban mejor después de estos días, realmente ella lo había considerado como su propio hermano.
En comparación con antes, cada vez que Gonzalo la veía, la besaba con fuerza, e incluso quería apretarla debajo de su cuerpo para acariciarla. Ahora, se comportaba mucho más reservado con ella. Para ser más preciso, desde el día que supo que ella se había convertido en su cuñada, nunca volvió a tener ilusión en ella.
Justo cuando Gonzalo asintió cortésmente y estaba a punto de darse la vuelta para entrar a la habitación, Isabella lo detuvo,
—¡Gonzalo, espera!
La llamada de Isabella era tan amable que estimuló bastante a Gonzalo.
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