Capítulo 744 Sylvia tembló por completo y de repente se rindió a Odell como un gatito al que agarraran por la nuca. Odell hizo una mirada. "¿Por qué dejaste de correr?" Sylvia murmuró: “Por favor, suéltame”.
El cuello de su camisa tiraba de su cuello y restringía su respiración, haciéndola sentir muy incómoda.
Odell se burló. "¿Para que puedas morderme de nuevo?"
Eso quería decir que él no iba a cometer el mismo error de envolver su brazo alrededor de su cuello para exponerle su debilidad.
Silvia insistió. "Suéltame, por favor". Odell preguntó: "¿Te parezco estúpido?"
Ella hizo una mueca y amenazó. “Odell, ¿crees que pueden oírme si grito aquí y ahora?”
Él sonrió amenazadoramente. "Adelante, inténtalo".
Silvia frunció el ceño.
¡Él fue quien forzó su mano!
Ella respiró hondo y dejó escapar un grito, "Lia-"
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Antes de que pudiera gritar sus nombres, sintió que una mano sobre su boca la ahogaba.
Puso toda su palma sobre su boca, ella apenas podía abrirlos.
Ella tiró de su mano con todas sus fuerzas, pero no pudo apartarlas. El único ruido que pudo producir fue un grito ahogado.
Ella estaba furiosa y trató de pisotear las plantas de sus pies, pero todo lo que logró pisotear fue el suelo frío y duro.
je. El hombre de repente se rió entre dientes en lo que parecía una combinación de burla y diversión ante su expresión horrorizada.
Esto solo enfureció más a Sylvia. Ella pateó sus pies una y otra vez.
Odell se mantuvo a una distancia segura detrás de ella y observó sus frenéticos intentos de resistir mientras sonreía tímidamente.
Estaba pasando el mejor momento de su vida entreteniéndose cuando, de repente, sintió que algo húmedo goteaba en el dorso de su mano.
Dejó de forcejear y permaneció inmóvil en su lugar.
Se sobresaltó por esta repentina sensación y al mirar más de cerca, vio que sus lágrimas habían caído sobre su mano.
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La agarró por el hombro y la obligó a girarse hacia la cara.
a él.
Ella bajó la cabeza para evitar su mirada. Había una extraña quietud en ella ahora que era una transformación completa desde hace solo unos momentos.
Él frunció el ceño y le levantó la barbilla para mirar sus ojos enrojecidos que le recordaban a un conejo. Su rostro estaba arrugado por el dolor. De repente lo hizo sentir simpatía por su dolor.
Sintió que algo se apretaba en su pecho y preguntó: "¿Por qué lloras?".
Él no estaba tratando de reprocharle o agravar innecesariamente sus penas. Para empezar, no hablaba en serio acerca de enviarla de regreso a Galston.
¿Qué la hizo llorar tan de repente?
Sylvia frunció los labios y dijo en voz baja: “Lo siento. No debería haberte apuñalado hace seis meses. Me equivoqué al confiar en él, y no te entendí bien en ese entonces. No tienes que perdonarme si no quieres. Puedes regañarme y pegarme todo lo que quieras, pero por favor no lo hagas.
Al llegar a esta nota, su oración se convirtió en una frase arrastrada como si tuviera miedo de continuar, sabiendo que lo que quería decir solo lo molestaría. Preguntó con impaciencia: "¿Por favor, no hagas qué?"
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