Entrar Via

LA FALSA ESPOSA DEL MAFIOSO. romance Capítulo 5

C5- COMO HE ESTADO DESEANDO.

Lucy dejó el teléfono sobre la mesa, pero su mano temblaba ligeramente. Sentía un peso en el pecho, como si cada decisión que tomaba la hundiera más en un terreno que no podía controlar.

Sin embargo, ya no había vuelta atrás.

Y cuando se giró, los ojos de Eros ya estaban sobre ella, esos ojos grises que parecían leer cada uno de sus secretos.

—¿Le enviaste el mensaje? —preguntó él, acercándose con pasos firmes, casi felinos.

Asintió.

Con el calor subiendo a su rostro, aunque no estaba segura de si era por el nerviosismo o porque su presencia llenaba la habitación de una forma que la hacía sentir vulnerable.

—Sí, lo hice.

Eros se detuvo a un paso de ella y luego inclinó ligeramente la cabeza, recorriéndola sin tocarla.

—No veo por qué tenías que comunicarle nada. Dijiste que tu familia no te ayudaría.

La proximidad hizo que su boca se secara, pero se obligó a enfocarse en las palabras, no en la manera en que él la hacía sentir.

—Aaron es diferente. Él se preocupa por mí. Lo mejor será hablar con él y tranquilizarlo.

Eros asintió, pero sus ojos no se movieron de los de ella. De pronto, su mano se alzó con lentitud, y el roce de sus dedos en la mejilla de Lucy fue como una descarga eléctrica.

No era un gesto inocente. Era deliberado. Provocador.

Lucy contuvo el aliento, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba, no solo por miedo, sino por algo mucho más desconcertante. Algo que no quería que él notara... pero que seguramente ya había sentido.

—Estás temblando, chérie —murmuró, sus labios peligrosamente cerca de los de ella—. ¿Es por mí?

Ella retrocedió apenas medio paso, pero eso no rompió el hechizo. Él la seguía envolviendo. Y sintió que debía alejarse... pero otra parte, más oscura, más hambrienta, le pedía quedarse justo ahí.

Y de la nada, el nombre volvió a su mente: Ezra.

Y con él, la culpa y la vergüenza.

«¿Cómo podía sentirse atraída por alguien como Eros? ¿Por su cuñado?»

Apretó los dientes, apartando la mirada, como si eso pudiera apagar lo que pasaba entre ellos.

—Entonces... —dijo, buscando romper esa extraña conexión —, aún no me has explicado cómo es eso de fingir ser tu esposa. ¿Y por qué?

Él se apartó lentamente, caminando hacia su escritorio, y encendió un puro con movimientos pausados, casi coreografiados. Cada gesto parecía calculado para desestabilizarla.

—Supongo que podemos hablar sin tapujos, ¿no? Ya sabes cómo funciona este negocio.

Lucy asintió, queriendo no pensar en eso que ardía bajo su piel, en ese tirón, esa necesidad inexplicable que no podía ignorar. Santo Dios, él era su cuñado.

—Hay una sociedad secreta —dijo Eros, soltando el humo lentamente—. Solo los más poderosos están ahí. Pero hay una regla: cada miembro debe estar casado.

La miró justo en el momento en que el humo dibujaba una neblina entre ellos.

—Y bueno... mi hermano te consiguió antes.

Lucy frunció el ceño.

—¿Qué estás diciendo? ¿Que ya me conocías?

Eros le dio una sonrisa que parecía hecha para hacerla perder el equilibrio.

—Solo de foto, chérie. ¿Crees que no sabía de los movimientos de mi hermano?

Ella cruzó los brazos, pero no era suficiente para protegerse de la intensidad con la que él la observaba. Le dio otra calada a su puro, y cada segundo de tensión parecía estirarse sin tregua.

—El caso es que, ya que estás aquí, me sirves. Yo te ayudo, tú me ayudas. Pero necesito que hagas bien tu papel. Que parezcas creíble. Que seas la esposa enamorada de Eros Dervishi.

El corazón de Lucy dio un vuelco. Solo la idea de fingir estar enamorada de él la desarmaba.

—¿Y- y ellos no saben de mi matrimonio con Ezra?

—Mi hermano es un intento patético de jefe —dijo, con desdén—. Solo sabe disparar y hablar de más. No te preocupes por eso, solo haz bien tu papel.

Lucy asintió lentamente.

—Bien, entonces... soy tu esposa, me comporto como tal y... ¿qué más?

—Vamos a ensayar —murmuró—. Cada mirada, cada caricia, cada gesto. Cuando estés conmigo, serás mía. ¿Lo entiendes?

La palabra mía resonó en su pecho, y el pulso se le aceleró. Quería responderle con firmeza, decirle que eso no era parte del trato, que él no podía controlarla como Ezra lo había hecho... pero su cuerpo la traicionó. Porque, contra todo instinto, deseaba sentir lo que él prometía.

—Esto es una locura —susurró, apenas audible.

Eros alzó una ceja, y con un movimiento lento, dejó que sus dedos le acariciaran la mandíbula, bajando por su cuello hasta rozar su clavícula. No fue un gesto vulgar, pero sí lo suficientemente íntimo como para dejarla sin aire.

—Lo es —dijo él—. Pero la locura suele dar buenos resultados... si sabes manejarla.

Lucy apretó los dientes. Tenía que recuperar el control, no podía dejar que la envolviera con esa voz rasposa y esa seguridad que parecía inquebrantable. Pero era difícil. Muy difícil.

—Entonces... ¿vas a besarme delante de todos también? ¿Acariciarme como si…?

No terminó la frase. No podía. La forma en que él la miraba ya le había respondido.

—Claro —respondió Eros con voz baja y segura—. Voy a tocarte, voy a mirarte como un hombre mira a su mujer. Y tú vas a corresponder. Vas a mirarme con deseo. Vas a hacer que todos crean que me amas. Que no puedes estar lejos de mí.

Lucy sintió las piernas flaquear por el miedo.

—¿Y si no sé hacerlo?

—Entonces yo te enseño —su voz fue un veneno dulce, y antes de que ella lo viera venir, él estaba más cerca, sus labios peligrosamente sobre los de ella—. Última oportunidad, pequeña. El trato está sobre la mesa... pero aún puedes dar marcha atrás. Una vez que digas que sí, serás mía y no hay vuelta atrás. ¿Entiendes lo que eso significa?

Lucy sintió que el aire se espesaba entre ellos, su corazón latiendo desbocado mientras sopesaba el peso de aquellas palabras. El silencio se extendió por unos segundos que parecieron eternos, hasta que sus labios se separaron para susurrar:

—Sí.

Los ojos de Eros brillaron con un destello peligroso, y una sonrisa lenta y satisfecha se dibujó en sus labios mientras su mano se deslizaba hasta la nuca de Lucy, sus dedos entrelazándose con su cabello.

—Entonces sellemos este acuerdo.

—¿Cómo? —jadeó ella, sintiendo que el aire abandonaba sus pulmones ante su cercanía.

—Como lo he estado deseando desde que entraste.

Y sin más preámbulos, capturó sus labios en un beso.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: LA FALSA ESPOSA DEL MAFIOSO.