Los carritos de juguete, la cuna, la cama para bebé, los muñecos, las muñecas de trapo, los bloques de construcción tipo Lego, los pañales...
Si no fuera porque el en el coche ya no cabía nada más, realmente se dudaría si Claudio había decidido llevarse toda la tienda de artículos para bebés.
"Solo compré esto por ahora", dijo Claudio, "ya podemos empezar a decorar el cuarto del bebe. Como no sabemos si será niño o niña, compré de todo un poco."
Zulema contemplaba aquellos delicados vestiditos y los juguetes caros, pero ella se sentía incomoda.
Si el bebé que llevaba dentro realmente fuera de Roque...
Sería tan maravilloso.
Pero ese pensamiento solo duró unos pocos segundos en la mente de Zulema.
Podía sentir claramente cómo la atmósfera a su alrededor se tornaba más pesada, ¡y Roque estaba furioso!
Zulema miró silenciosamente de reojo su expresión.
Con el ceño fruncido, Roque dijo: "Abuelo, no será necesario."
Los empleados que estaban llevando las cosas se detuvieron de inmediato.
"Cómo que no, tarde o temprano habría que comprarlo", replicó Claudio. "De todos modos, no tengo nada mejor que hacer, así que organizar todo eso le hacía bien a él."
Se apoyó en su bastón y fue personalmente a supervisar cómo los empleados arreglaban el cuarto del bebé.
Joana no había ido; en sus ojos se veía la envidia y... celos.
"¿Qué tiene de especial tener un hijo?", bufó Joana con desdén, y hasta le dio una patada a la cuna. "¿Quién sabe si realmente será de la familia Malavé?"
Ella no podía creer que, a pesar de llevarle sopa todos los días y de que Roque la bebía, no tuviera efecto alguno.
¡Tenía que haber algo raro!
"¿No estás de acuerdo?" Roque se acercó a ella, imponente. "Joana, ni tú ni ese inútil de tu hijo van a causar problemas en la familia Malavé."
"¿Por qué dices eso si no viene al caso?"
"Es un recordatorio. Mejor que cuides bien al abuelo y te comportes como la señora que debe ser en la familia Malavé, antes de que decida tomar cartas en el asunto."
Joana sintió un escalofrío al ver aquellos ojos sombríos de Roque.
¿Será que Roque sabía del veneno que había en la sopa?
Justo cuando ese pensamiento cruzó por su mente, escuchó a Roque decir: "No te equivocas."
Joana sintió un vuelco en el corazón.
¡Roque era tan astuto que ya se había dado cuenta!
"Sí", admitió Joana, ya sin nada que perder, puesto que ella y Roque siempre habían sido enemigos. "He trabajado duro en esto, te he dado tantos medicamentos... ¿Cómo pudo Zulema quedar embarazada?"
"Tú puedes intentar envenenarme, ¿y yo no podría tomar antídotos?"
Joana de repente se dio cuenta: "¡Ya te habías curado!"
"Aunque no me hubiera curado, no significa que no pueda dejar embarazada a una mujer", replicó Roque. "Solo tengo espermatozoides débiles, no soy estéril."
Joana apretó los dientes de rabia. ¡Su plan perfecto había fallado!
¡Todo era culpa de Zulema!
Esa mujer debía tener una constitución especial para concebir, ¡incluso con los espermatozoides débiles de Roque había quedado embarazada rápidamente!
"Por cierto", dijo Roque con una sonrisa fría, "lo que me has hecho, se lo devolveré a tu hijo... multiplicado por mil."
Su hijo era el talón de Aquiles de Joana.
Ella empezó a alterarse: "Lo hice yo sola, ¡él no tiene nada que ver! Siempre ha estado en el extranjero, nunca se ha metido en los asuntos del Grupo Malavé."
"Ni tú, ni él, ninguno se librará."
El tono de Roque era decisivo.
Si hubiera sido otra persona, ya habría muerto en sus manos cientos de veces. Pero por respeto a su abuelo, no había acabado del todo con Joana y su hijo.
Roque se dio la vuelta.
Zulema lo siguió en silencio.
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