Belinda
Todo me parece irreal, como si estuviera siendo la espectadora de una horrible película de terror.
Acabo de despertar hace dos minutos y no caigo en cuenta de que esto me ocurrió a mí.
Me encuentro en una especie de habitación rodeada de lujos ostentosos.
Mi vestimenta no es la misma que tenía hace unas cuantas horas. Estoy vestida con un camisón blanco muy elegante y también revelador.
Recuerdo que Diego me durmió en la casa y dos veces en el avión por lo cual creo que viajamos durante varias horas.
Intente levantarme de la cama, pero no pude evitar volver a caer debido al mareo que siento. Es como si estuviera en una especie de juego del parque de diversiones.
—Aún estás débil —Cuándo giro hacia la derecha me percató de que él está sentado en un sofá observando
—¡Estás mal de la cabeza! ¡Me dormiste! ¡Me secuestraste!
—Entiende, bebé. No podía dejarte sola a merced de mi familia y mi primo después de lo que hice.
—¿Qué hiciste?
—Deje a Mariana plantada tal como me lo pediste.
—¡Yo no te pedí absolutamente nada!
—Luego de hacer el amor me pediste que deje a Mariana por ti. ¿Eres consciente de que arruine una relación de cuatro años, una sociedad de más de treinta años y mi amistad con Fernando, quien es casi mi hermano, por tu culpa?
—No me manipularás. Dime las cosas como fueron, tú me violaste y me secuestraste, Diego.
—No digas tonterías, solamente tomé lo que es mío. Tú eres mi mujer y debes estar en donde yo esté.
—Es la verdad aunque te duela. Abusaste de mí porque yo no estaba en estado para consentir tener relaciones contigo. Aquí y en China eso es violación.
Él ríe como si hubiera contado el mejor de los chistes
—No es gracioso
—Es estúpido, Belinda. Me rogaste que te haga el amor, te desnudaste y me la……
—No quiero detalles de tus mentiras
—Estás muy alterada, amorcito. Creo que quieres volver a dormir, bebé.
—No se te ocurra, Diego. No puedes tenerme sedada y encerrada toda la vida, es un delito, es secuestro.
—Para todos y principalmente para tu amado Fernando tú huiste conmigo, Belinda. No hay ningún delito que perseguir. Somos amantes y huimos juntos.
—Ellos me conocen, nunca creerían eso de mí.
—Solamente me tienes a mí, hermosa. —Él intenta unir sus labios a los míos en un beso, pero yo logró esquivarlo y consigo escabullirme de la cama.
De inmediato me dirijo hacia la puerta, pero en cuanto logró abrirla él me alza de la cintura para regresar a la cama y arrojarme en ella.
—¡Diego déjame ir! —Le suplicó cuando él se posiciona arriba mío
—No quería hacerlo, Belinda. —Él abre un cajón rápidamente y saca de allí un par de esposas
—¡Diego no! —No logró contener mis lágrimas, pero eso no lo detiene
Él sostiene mis muñecas y las esposa al paladar de la cama evitando que pueda moverme de la cama.
—Por favor, suéltame. No me gusta estar esposada.
—A mí no me gustaba cuando veías a Fernando a escondidas ni cuando veía marcas en tu cuerpo que yo no te cause y en absoluto no me gustaran las represalias de mis exsuegros y mi padre por dejar a Mariana por una muerta de hambre cómo tú.
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