La Pequeña Novia del Sr. Mu romance Capítulo 1900

Arianne se burló. “Estás confundida, querida. No sería tan tonta como para enojar a la madre del hombre que me gusta si fuera tú, niña. Especialmente no diría nada tan bajo de coeficiente intelectual como eso, también. Permíteme ser completamente franca contigo: nadie que lleve el apellido de Leigh jamás podrá vencerme, la última falló. Fuerte. Puedo garantizar que nos dejarás en un lapso de tres días. Si pierdo, puedes quedarte aquí para siempre. ¿Quieres apostar? Yo te reto."

Dejó su amenaza colgando de eso y apartó su silla de ruedas, dejando atrás a la joven despreciada.

Furia salió de Raven como oleadas de temblores por todo su cuerpo. Estaba dando bandazos cerca de la hiperventilación, pero justo antes de que fuera imposible detenerse, se dio la vuelta y luchó contra sí misma para calmarse. Tenía la sensación de que incluso si se desmayaba allí mismo, nadie la descubriría, ¿verdad?

Ahora que Arianne y Mark habían regresado, el Chalet de Tremont había recuperado su energía y vida. Se había vuelto alegre.

Y Raven Leigh no participó en eso.

Esa noche, Arianne, que ya estaba acostada en su cama, encontró el sueño un poco más difícil de alcanzar de lo esperado. A esta hora, Mark todavía estaba hablando con su hijo en el estudio, mientras que ella misma nunca tuvo la oportunidad de estar realmente con su hijo desde su regreso.

La noche era tarde, sin embargo, escuchó una serie de suaves pasos acercándose a su habitación. Pensando que era Mark, en el momento en que se abrió la puerta, Arianne preguntó: “¿Está nuestro hijo dormido? ¿De qué le hablaste?”

"Soy yo... mamá".

Al oír a Aristotle dirigirse a ella, Arianne se quedó paralizada. De repente, se sintió un poco abrumada por las ganas de llorar. "Oh, Dios mío, mi precioso Smore... ¿Por qué no estás dormido todavía? ¿Qué te dijo tu padre que duró tanto tiempo?

Aristotle se acercó a su cama y se sentó junto a la cama. “Nada más que lo que un padre debería decirle a su hijo. Mamá, estoy realmente feliz de que estés despierta. Y… Gracias por despertar, ¿sabes? Todo el mundo ha estado esperando tu regreso durante diecinueve años, y es... genial que no nos hayas defraudado".

Arianne levantó la mano, espoleada por el deseo de acariciarle la mejilla. A mitad de camino, sin embargo, se detuvo y lo dejó colgando en el aire, preocupada de que Aristotle no lo quisiera.

El joven se dio cuenta, por lo que inclinó el rostro hacia adelante para encontrar su mano detenida. Sus ojos parecieron enrojecerse.

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