Valeria sonrió de medio lado. Su madre se había encargado de convertirla en una mujer fuerte, aunque a veces, como aquella, no midiera sus palabras.
—Déjeme ver si entiendo, señora Bennet. Esto es para usted… ¿qué? ¿Una apuesta contra su hijo… o conmigo…? —preguntó.
—No, querida, ¡este es un intento desesperado por ver de nuevo la alegría y la coquetería caminar por estos pasillos! —aseguró Layla—. Pero tú le puedes llamar como quieras. La cuestión es que si en tres meses resultas ser otra de esas diseñadoras sumisas entonces…
—Entonces no le sirvo —comprendió Valeria—. Bien, acepto el trato.
Se levantó y extendió la mano con determinación.
—¿De verdad? ¿Estás segura? —Layla parecía temerosa de entusiasmarse.
—Con una condición. Si voy a enfrentarme a su hijo, debo tener al menos su respaldo, de lo contrario me podrá de patitas en la calle cuando quiera.
—No te preocupes —sonrió Layla—. Tengo un contrato especial esperando por alguien como tú. Lleva todo a Recursos Humanos, avisaré que eres mi “caso especial”. Quiero que empieces a trabajar lo más pronto posible.
Valeria salió de aquella oficina con una sonrisa mientras Oli le dirigía una mirada interrogante.
—¿Y? —preguntó levantando las cejas.
—¡Tengo el trabajo! —exclamó Valeria muy bajito, acercándose, y Oli palmeó con alegría.
—¡Me alegro mucho! ¡Qué bueno que vas a trabajar aquí!
—Bueno, ahora tengo que ir a Recursos Humanos. ¿Me dices dónde queda?
—Mmmm —Oli arrugó el ceño, como si recordara algo—. ¡Rayos! ¡Lazlo sale de vacaciones hoy! —murmuró para sí misma.
—¿Perdón?
—Lazlo, el chico de Recursos Humanos que se encarga de las contrataciones, se va de vacaciones hoy… y esto normalmente lleva tiempo —le dijo Oli—. Si no alcanza a terminar tus documentos hoy tendrás que esperar dos semanas hasta que regrese.
El rostro de Valeria se descompuso. ¡No podía esperar otras dos semanas para empezar a trabajar!
—¡Oli, por favor ayúdame! —le pidió tomando sus manos—. ¡Tengo que empezar a trabajar el lunes!
La muchacha le sonrió con picardía y bajó los ojos ruborizándose un poco.
—La verdad Lazlo es un chico muy lindo… —murmuró—. Le gusta el café mocca frío, con mucha crema y chispitas de colores. Llévale uno y pídele amablemente que te ayude y estoy segura de que se quedará algunas horas más por ti.
Valeria achicó los ojos y puso las manos en la cintura.
—Oli, ¿te gusta Lazlo? —le preguntó.
—Nooooo… —respondió la muchacha nerviosa.
—Bueno. Si consigo que me ayude te traeré todos los papeles lo más pronto posible.
Valeria salió corriendo hacia la cafetería y compró un café tal como Oli se lo había descrito. Luego se dirigió hacia el departamento de Recursos Humanos, donde se encontró al muchacho más sonriente y dulce que cualquiera podía imaginar. Casi parecía menor de edad, de lo joven que se veía, y era como una versión en masculino de Oli.
—Hola, ¿eres Lazlo? —preguntó Valeria.
—Sí, soy yo, ¿cómo la ayudo?
—Mi nombre es Valeria, vengo de parte de Oli… —por alguna razón Valeria sospechaba que ese nombre tendría más impacto que el de la señora Bennet.
—¿Oli…? —El chico se sonrojó en un segundo—. ¿Qu… qué necesita?
—Me encargó que te entregara esto —dijo entregándole el café y Lazlo casi empezó a tartamudear—. Es un mocca frío con mucha crema y chispitas.
—Es… es… como me gusta —murmuró el chico sonriendo.
—Sí, oye… necesitamos tu ayuda. Me acaban de contratar y Oli me dijo que te vas de vacaciones. ¿Puedes ayudarme a procesar todo antes de irte?
—¿Oli sabe que me voy de vacaciones?
«¿En serio eso fue lo que se le quedó?» pensó Valeria antes de asentir.
—Te gusta mucho Oli, ¿verdad?
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