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La seducción del director general romance Capítulo 15

Blanca yacía en la cama pero no podía dormirse, así que empezó a jugar un juego en su teléfono.

Una llamada la interrumpió a mitad de su partida. Al no poder presionar las teclas en la pantalla, perdió su partida. Blanca se enojó y respondió a la llamada de Sergio con impaciencia:

-¿Qué quieres?

-¡Sergio, date prisa! ¡Dámelo ya!

Era la voz de su asistente. Blanca hizo una pausa por un momento, luego se sentó y preguntó con incredulidad:

-¿Hola?

—Eres una maldita zorra y siempre vienes por más, ¿no es así? ¿En dónde lo quieres? ¿Aquí?

También escucho a Sergio.

—No hagas eso. ¡Eres tan travieso!

La coqueta voz de su asistente se volvió a escuchar.

-¿Yo soy travieso? Entonces, ¿lo quieres o no?

La voz de Sergio sonaba traviesa pero seductora.

-Sí...

La conversación se salía cada vez más de control.

Blanca sostuvo el teléfono y escuchó en voz baja. Se sentía como si la hubieran arrojado a un pozo sin fondo, en el que apenas y podía respirar. Sin embargo, no quería colgar.

«¿Por qué mantener este matrimonio de todos modos?», se preguntó. Todo lo que ella había obtenido de su matrimonio era angustia sin fin. No se sentía bien en absoluto. Ella solo se había aferrado a él por lo que él había sido antes, de modo que se aferraba a la esperanza de que eso regresara.

Ahora, ella quería recordar todas las cosas crueles que le había hecho para que ella no lo quisiera de vuelta nunca más.

-Ser, si Blanca... nos encontrara haciendo esto... ¿crees que vendría a buscarme? ¡Dios!

La asistente empezó a gemir. Sergio gruñó y luego dijo:

-¡No la menciones cuando estamos haciendo esto!

—¡Ah! Ser, ¿por qué te molesta escuchar su nombre? ¡Dame más! -dijo su asistente con toda intención.

-¿La mencionaste a sabiendas de que me molesta escuchar su nombre? Por Dios... Aléjate, arruinas el momento —dijo Sergio con disgusto.

Los labios de Blanca temblaban mientras las lágrimas corrían por su rostro. No era porque ella todavía lo amase, sino porque ella empezó a sentir compasión por ella misma, en particular por su yo del pasado.

Ella lo amaba con todo su ser y no recibió nada más que traición y dolor a cambio. Perdería todo respeto por sí misma si siguiera pensando que todavía lo amaba. La llamada terminó en ese instante.

Blanca se metió con lentitud en la cama. Al mirar el techo blanco, sintió que el dolor se extendía por todo su cuerpo.

En la casa de Sergio.

La asistente tenía una mirada triunfal en sus ojos. Eso lo había grabado a la perfección. En definitiva haría que Blanca se sintiera muy mal.

Sergio salió del baño, luciendo sensual en una toalla. Miró su teléfono, lo recogió como quien no quiere la cosa y miró el registro de llamadas. Cuando vio el nombre de Blanca, le dirigió una mirada terrible a su asistente y le preguntó:

—La llamaste, ¿no es así?

-Nunca he estado mejor, con este nivel de consciencia. Además, puedes llamarme escoria, pero ten por seguro que no eres mejor que yo. Es más, puedo asegurarte que para mí no eres más que un pedazo de basura —le contestó Blanca.

-¿Por qué te casaste conmigo si piensas eso de mí? — gritó en respuesta Sergio de forma airada y apretó los puños con firmeza.

-Fui secuestrada por tu amante. Tan pronto como escapé, te vi a ti y a tu amante teniendo sexo en el auto. ¡Fue entonces cuando me di cuenta de todo lo que hacías! -dijo Blanca.

—Pero nunca planee que tú te acostaras con otro hombre -contestó él, de nuevo en un grito.

-¡Eso no habría pasado si no me hubieras secuestrado y dejado en el desierto! ¡Solo porque no planeaste que eso sucediera no significa que tu amante no lo hiciera! ¡¿Por qué me haces esto?!

La voz de Blanca estaba llena de odio.

—Porque eres de lo peor —dijo Sergio sin pensarlo.

-¿Lo ves? Por eso me casé contigo. Quería verte sufrir también. ¡Quiero que experimentes la miserable vida que tuve! -dijo Blanca.

-Entonces, ¿por qué renunciar justo ahora? -preguntó Sergio con frialdad.

-Porque he elegido ser libre. Así que diviértete todo lo que quieras después de esto. Incluso si contraes una enfermedad de ella, no me importa. Hemos terminado -dijo Blanca y colgó.

Sergio apretó su teléfono. Con el rostro lleno de preocupación, Amelia preguntó:

—¿Qué dijo Blanca?

Sergio miró hacia atrás con los ojos rojos y llenos de ira. Esa expresión le enfrío el alma a la asistente. ¿Cómo no iba a saber lo que Blanca le había dicho?

-¿Qué le dijiste con exactitud? -le preguntó Sergio con frialdad.

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