Una semana había transcurrido desde aquella noche tranquila en el parque, y Adalet se sentía más tranquila que nunca. Enzo no se había aparecido para molestarla, y todo lo que estaba relacionado con su venganza contra los Stone, marchaba como viento en popa. Además de todo ello, todo entre ella y Bastián había progresado, se volvían cada día más cercanos, y compartían cada vez más tiempo juntos.
—Dante, date prisa, no olvides ponerte tu gorro de sol — decía Adalet sonriendo tranquilamente.
Aun no tenia suficiente confianza con Bastián, por supuesto, y todavía no le había hablado con la verdad sobre lo ocurrido entre ella y Enzo, sobre los Stone, ni mucho menos sobre su madre y sus graves problemas de salud. Sabía que en algún punto debía de ser sincera, pero su miedo le impedía serlo.
No era fácil volver a confiar en un hombre después de sufrir la peor de las traiciones, no era fácil abrir el corazón cuando un golpe tan duro lo había cerrado por completo, y, si era completamente honesta con ella misma, en realidad no tenía intención de tener nada serio con Bastián Myers, quizás, solo le agradaba su compañía para no sentirse sola, quizás, aquel sentimiento era solo porque el hombre la había tratado bien, pero, de igual manera, no podía permitirse que fuera más que solo eso.
—Mamita, ya estoy listo, ¿En ese lugar veremos dinosaurios? — cuestionaba el pequeño Dante mientras sus ojos emitían una luz de emoción tal, como Adalet no le había visto en mucho tiempo.
Acariciando los cabellos pelirrojos de su pequeño, Adalet lo abrazó.
—Si, veremos a todos los dinosaurios que tu quieras — le respondió, y luego lo miro corriendo alegremente por toda la casa.
Su madre había tenido que salir urgentemente a un viaje rápido hacia Washington, algún asunto con abogados por alguna cuestión urgente para arreglar antes de…negando en silencio, Adalet no quiso pensar en eso. Ese seria un día alegre a pesar de que el mundo amenazaba con caerle encima, tenia que serlo.
Bastián, en su departamento, se alistaba para aquel día que prometía bastante. Había invitado a Adalet y su hijo a un recorrido por el mejor parque de diversiones de la ciudad, que tambien tenía una atracción enorme con muchos dinosaurios electrónicos que fueron utilizados en una divertida película de los mismos.
En esa semana que ya había transcurrido, había aprendido que al pequeño Dante realmente le gustaban los dinosaurios, y por ello es que se le había ocurrido aquel plan de fin de semana. Adalet y el comenzaban a volverse verdaderamente cercanos, sin embargo, a pesar de ello, aun no le decía la verdad sobre el ni sobre su compromiso. No sabía como enfrentarse a esa situación, no sabía que hacer. Su conciencia le gritaba que se alejara de Adalet y su hijo, pues eventualmente tendría que casarse con Rebekah, y cumplir con lo que tenía que. Sin embargo, su corazón, le impedía alejarse de ellos, y quería mandar al diablo a su compromiso, a esa demente de Rebekah y a su padre, pero no sabía si tendría realmente el valor de hacerlo. Tomando sus cosas, se presiono para dejar de pensar en eso, y concentrarse en solo ese día…un día a la vez.
Un rato después, en el departamento de Adalet, el timbre sonó, y Dante se apresuraba en abrir la puerta.
—¡Bienvenido Bastián! — grito el pequeño emocionado al ver al hombre en el marco de la entrada.
Adalet caminó hacia ambos, y luego todos salieron juntos hacia el exterior del edificio. Ambos se miraron, como deseando decir aquello que mantenían en secreto, pero como si sus labios estuviesen sellados por un poderoso hechizo, ninguno pudo pronunciar palabra alguna sobre ello, y tan solo se habían sonreído esperando el mejor momento para ser completamente honestos.
Una vez que estuvieron en el parque, casi habían olvidado cada quien sus asuntos, pues la alegría del pequeño Dante, los había hecho realmente felices. Dinosaurios, globos, juegos mecánicos y comida chatarra por montones, amenizaban aquella mágica tarde en el parque de diversiones.
Ante los ojos del mundo, aquellos tres eran una familia más de las muchas que disfrutaban tambien de aquel momento agradable, Dante, se abrazaba de Bastián sin querer separarse de él ni un instante, y Adalet observaba como aquellos dos parecían tener la misma edad, y se emocionaban verdaderamente al ver aquellos dinosaurios animatrónicas.
—¡Este es el mejor día! ¡Gracias mami! — gritaba Dante para luego correr tras el dinosaurio con su niñera tras de él.
Quedándose un momento solos, Bastián había aprovechado para tomar la mano de Adalet con casi ninguna sutileza, y ella, sintiéndolo, no opuso resistencia alguna. Besándose fugazmente, ambos se vieron a los ojos, aquello no era lo correcto, lo sabían, sin embargo, tenían que dejarlo en claro, de lo contrario, todo se volvería mucho más complicado.
—Esto no puede tornarse en algo serio, no por ahora, no es mi momento — dijo Adalet deteniendo sus pasos un momento.
Bastián la miro fijamente, por supuesto, comprendía aquello, en realidad, ni siquiera sabía que era lo que estaba haciendo, era un hombre comprometido, y lo suficientemente cobarde para no decírselo a la mujer a la que miraba, sin embargo, no quería apartarse, y aunque quizás, en algún momento le había ya cruzado la idea de formalizar con Adalet Williams, sabía que no podía hacerlo.
—Lo sé — respondió. — Pero, creo que podemos divertirnos mucho juntos, durante el tiempo en que tu quieras que lo hagamos, luego, seguiremos siendo amigos, porque no permitiré que me hagas a un lado en tu vida Adalet ni de la de Dante, es una promesa — terminó de decir.
Adalet sonrió. — Se que ni, aunque el mismo satán te amenazara, tú me dejarías tranquila, así que, acepto esos términos —
Volviéndose a besar, se tomaron de la mano para ir donde Dante. Aquello no era una relación de pareja, era, más bien, una especie de relación de amigos con beneficios, y eso, por el momento, estaba bien para ambos.
El espectáculo con los dinosaurios había dado comienzo, Dante estaba al filo del asiento, Adalet, aunque no lo dijera, tambien estaba muy emocionada, y Bastián se sentía como un niño pequeño otra vez. En aquel momento no había venganza, no había problemas, no había mentiras…no había dolor. Los ojitos de Dante lanzaban destellos cargados de emoción, llenos de la esperanza y la inocencia de un niño pequeño. Y disfrutando del espectáculo, se sentía realmente feliz.
Un grito, sin embargo, había roto la armonía que se estaba viviendo, y todos los espectadores se miraron unos a otros intentando saber que era lo que había pasado.
—¡Ayuda por favor! ¡Mi hija se ha cortado con el metal del asiento! — gritaba una mujer desesperada intentando detener el sangrado de su pequeña con las manos.
Todos los presentes se habían quedado estupefactos, el show se había interrumpido y el personal había llamado a los paramédicos que se encontraban dentro del parque. Bastián, había tomado a Dante entre sus brazos para cubrirle los ojos, y Adalet, desesperada, se acercaba para intentar ayudar.
—¿Qué paso? ¿Cómo se cortó? — preguntaba a la madre en tono firme.
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