—Lo lamento mucho señor Stone, pero no he logrado reunir suficiente información sobre la señora Adalet Williams, ni tampoco he logrado obtener los registros con su apellido Jones, todo parece indicar que han sido borrados, no hay mucho para decirle, lo único que tengo es un informe de que radico un tiempo en Londres en donde estudio su especialidad administrativa y luego de ello consiguió algunos buenos socios para iniciar su compañía actual, por el momento eso es todo, viajare a Londres mañana para ver si allí puedo averiguar algo más señor — decía el hombre con seriedad.
Enzo apretó el celular en las manos. — Averigua, no importa lo que hagas o lo que cueste esa información, la quiero, así que obtenla — respondió enfurecido.
—Así será señor — dijo el detective para luego terminar aquella llamada.
Furioso, Enzo arrojó al suelo todo lo que tenia sobre el escritorio de su estudio. Era ya más de una semana y aun no sabia nada más sobre lo ocurrido con Adalet, se sentía sumamente frustrado. Está convencido de que ella estaba planeando algo, de que ella deseaba hacerle pagar el haberla abandonado, quizás, se estaba volviendo algo paranoico. Tomando su chaqueta, decidió salir a calmar un poco de esa ansiedad, necesitaba saber lo que realmente había ocurrido con ella, aquella incertidumbre que le robaba el sueño comenzaba a volverlo loco.
En el edificio de Triade Corp., Bastián charlaba amenamente con Adalet, ambos, como si de un juego demasiado divertido se tratase, intentaban averiguar más el uno del otro para probar su punto.
—Entonces, ¿Qué comida es la que más odia? Personalmente yo detesto comer espárragos en cualquier presentación, pero jamás le diría que no a un suculento filete — decía Bastián intentando saber más.
—Ah señor Myers, yo no aborrezco ninguna comida en realidad, pero se puede decir que no me gustan mucho las lentejas, ¿Eso es prueba de que en realidad soy una dulce mujer? — respondió en tono burlón.
—En realidad, eso dice que es usted humana, ¿A quien carajo le gustan las lentejas? Son asquerosas — dijo Bastián riendo.
—Tiene un punto — respondió Adalet.
Ambos estaban sumergidos en una agradable conversación y ninguno parecía notar lo cómodos que se encontraban el uno con el otro.
—Ya sé, la invito a comer y no acepto un no por respuesta, veremos si de manera inconsciente me revela cual el su plato favorito, conozco un buen lugar aquí cerca — dijo Bastián guiñando un ojo.
Adalet suspiro, aquel hombre no se rendiría ni dejaría de acosarla.
—Muy bien, acepto, pero solo porque he descubierto que usted no sabe aceptar un no y por ello no dejará de molestar hasta que lo haga, pero le advierto señor Myers, si se vuelve aburrido o demasiado intenso, lo dejare con la cuenta en la mesa y por su bien será mejor no pedírmelo de nuevo — dijo de manera punitiva.
—Oh, le aseguro que no se va a arrepentir, es más, aseguro que la pasará tan bien señora Williams, que querrá tener una segunda y una tercera y una cuarta cita conmigo — dijo arrogante y en tono seductor Bastián.
—Un momento, yo no dije en ningún momento que esto seria una cita — aclaro Adalet alzando una ceja.
Bastián puso uno de sus dedos sobre los labios de Adalet.
—No lo arruine señora Williams, al menos déjeme creer que es así para no arrastrar aun más por el suelo mi dignidad casi perdida, usted realmente no es una chica fácil, sea bueno conmigo solo un momento — dijo con voz apacible.
Adalet, por un momento, sintió como el calor se le subió a las mejillas, pero de inmediato retiro la mano del hombre lejos de ella.
—De acuerdo, finjamos que esto es una cita señor Myers, pero como se lo he dicho antes, mantenga sus manos lejos de mi o créame que no le gustara que me convierta en una perra y le vuelva un infierno esta salida a comer, tiene una sola oportunidad, no la arruine — dijo siendo ella quien guiñaba el ojo esta vez.
Bastián se sintió intimidado por aquella mujer, sin embargo, aquello le encanto.
—De acuerdo, vamos señora, vera que no hare que se arrepienta — respondió invitándola a salir por la puerta de aquella oficina.
En la mansión de Enzo, los gritos llamaban escandalosamente la atención de la servidumbre que prefería seguir en sus labores ya acostumbrados a aquellas escenas entre los millonarios esposos.
—¡Maldita sea! ¡Un negativo otra vez! — gritaba Enzo mientras arrojaba los resultados de una prueba negativa de embarazo a los pies de su encolerizada esposa.
—¿Y que demonios quieres que yo haga Enzo? ¿Te has preguntado que quizás no soy yo la del maldito problema? Estoy harta de que me sigas presionando para tener un maldito bebé que no logramos engendrar, ¿Qué demonios crees que soy yo? ¿Una m*****a incubadora? Eres un imbécil — respondía la mujer pateando los papeles lejos de su camino.
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