La mañana daba comienzo con un timbre de celular conocido que le resultaba muy agradable. Levantándose de la cama de su pequeño hijo, Adalet tomaba su teléfono para ver el nombre de aquel viejo amigo que la ayudo en muchos aspectos de su vida actual, su mejor amigo.
—Vaya ¿Pero mira quien esta llamando? El desaparecido Niklaus Parker, esta si que es una sorpresa — respondió Adalet con un deje de sarcasmo.
Escuchándose una risa masculina del otro lado de la línea, Adalet sonrió.
—Eso debería decirlo yo, apenas has mandado un misero correo y algunos mensajes de texto desde que te fuiste de Londres, ¿Cómo estas Ada? Llegare a New York mañana, ya sabes, Vincent tiene una exposición de su arte y no pretendo pasar todo el día en un aburrido museo, así que, que tal, ¿Salimos por unos tragos? Igual que en los viejos tiempos — decía el joven de cabello rubio al otro lado.
Adalet sonrió.
—Por supuesto Nick, salgamos, como en los viejos tiempos, pero por favor, no dejes solo a Vincent, eso no te hace el mejor de los novios, solo para que lo sepas — dijo entre risas Adalet.
—Lo sé, pero, creo que el así me ama, entonces, mándame tu dirección y mañana paso por ti, será bueno verte, mi hada de la suerte —
—Es una cita de amigos mi vampiro demente — respondió Adalet animada, hacia mucho tiempo que no miraba a su viejo amigo de la universidad, socio segundo de su empresa, y la primera persona desconocida en quien confió después de su infierno.
En la mansión principal de los Stone, Enzo nuevamente ponía sobre la mesa su intención de divorciarse ante un nuevo negativo en una prueba de embarazo.
—Entiende padre, estoy condenado si no engendro ningún hijo a quien heredar y esa m*****a mujer no ha sido capaz de darme uno solo durante cinco años, es más que obvio que ella es infértil o se cuida a mis espaldas, no quiero seguir con ella un segundo más — reprochaba con frustración.
Su padre miraba aquel resultado, ciertamente, era alarmante que su único heredero varón aun no engendrara el suyo propio, sin embargo, el divorcio estaba fuera de discusión.
—¿Han probado con una clínica de fertilidad? Si Sara no logra quedarse embarazada entonces ve a un maldito hospital de esos y consigue tener a tu hijo. No importa que salga de una m*****a probeta o de los inútiles ovarios de tu esposa, tan solo debes de preservar la sangre de los Stone, eso es lo importante — respondió Ernest con indiferencia.
—¿Qué? Eso seria como tener un hijo falso, yo quiero engendrar uno al natural, y si Sara no puede dármelo de esa manera, entonces la dejare por otra que si pueda hacerlo — dijo Enzo no dispuesto a cambiar de opinión.
Ernest miro a su hijo, y luego, levantándose de su cómodo sofá, lo abofeteo con fuerza.
—No vas a divorciarte, te lo vuelvo a decir esperando no tener que volver a escuchar esta tontería saliendo de tu boca. ¡Eres un Stone y los Stone no se divorcian! No pondrás una vez más el prestigio de nuestra familia bajo cuestionamiento por culpa de no saber mantener tu pene dentro de tus pantalones, ya le hiciste daño suficiente a esta familia casándote con esa mujerzuela de barrios marginales, como para también divorciarte de la hija de los Lestrange que desde siempre se destino a ser tu esposa, y esto, niño estúpido y mimado, no está a discusión — respondió el hombre invitando a su hijo a salir del salón familiar.
Enzo, tocándose la mejilla enrojecida, miro a su madre y a su hermana menor con desprecio, y luego salió furioso del lugar al nuevamente fracasar en su objetivo, de ninguna manera iría a un hospital de fertilidad, aquello era humillante.
En las oficinas de Triade Corp., Bastián llegaba acompañado de una caja con pastelitos de su selección personal. Había pasado el día anterior pensando mucho en Adalet Williams y su compleja personalidad, y en lo mucho que le agradaba su compañía aun cuando ella no fuese muy abierta, sabia que tenia un hijo, aunque no hablo para nada del pequeño en su casi cita, y también estaba el asunto con Enzo. Era misteriosa, realmente lo era, y aquello solo añadía mas sabor a su ya muy grande interés en ella.
—Buenos días señorita, le he traído una selecta selección de postres a la carta junto con su café mañanero — decía Bastián en tono burlesco.
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