—Genio.
Dieron vergüenza a Albina los elogios de Umberto. Y él siguió las palabras:
—He mandado a Rubén vigilar a la Familia Seco. Me dijo que Jaime discutió con Pedro Leoz esta mañana.
Al ver la expresión confundida de Albina, Umberto le explicó:
—Pedro es el nieto favorito de Alfredo. En aquel entonces, cuando Jaime no había regresado a la Familia Seco, Pedro era el sucesor y Alfredo le prestó la mayor atención.
Albina se sorprendió:
—No es raro que le odie a Jaime. Robó su posición.
—Exacto —Umberto asintió con la cabeza—, Son competidores. Si no está Jaime, Jaime logrará muchas oportunidades. Pero no es una persona sensata. Discutió con Jaime por la mañana, así que Jaime se arrepintió y no quería irse. Solo podía correr el riesgo para quedarse aquí.
—Es un hombre audaz. La situación puede ser muy grave. Y si de verdad pasa algo horrible, se arrepentirá.
Umberto se rio y no dijo nada.
Jaime quería quedarse en la Ciudad Sogen, así que hizo un accidente, pero no lo hizo demasiado. Solo quería que se ablandara su abuelo y le permitiera quedarse.
Para Umberto, no quería perder esta oportunidad. Ya que Jaime había dañado a Albina con crueldad, se vengaría.
Umberto mandó a Rubén establecer intriga, que no descubriría la policía ni Diós.
Pero no quería que lo supiera Albina.
Albina se sentó en la cama pensando lo que pasó, pero de repente, miró el reloj, y se levantó. Salió de la habitación corriendo.
—¡Dios mío!
Había quedado con Claire hoy, pero olvidó el tiempo en los brazos de Umberto.
Se arregló con toda prisa. Viéndola comportarse tan ansiosa, se rio Umberto:
—No te preocupes. Te llevo en coche. ¿No es a las nueve?
—Sí. Pero hoy es día laboral. Tal vez nos encontremos atasco y llegaré tarde.
A Claire le importaba mucho la puntualidad. Aunque eran amigas, mejor que no llegara tarde.
Umberto había preparado. Viendo que no terminó Albina, fue a la cocina para hacer un bocadillo. Cuando lo terminó, Albina salió de la habitación.
Bajaron y subieron el coche. Ya eran las ocho y treinta y cinco. No era tarde.
Umberto la ayudó a abrocharse la cinturón de seguridad.
—Vamos —Albina bajó la cabeza y confirmó el tiempo.
Le dio un bocadillo Umberto. Arrancó el coche y dijo:
—Hay agua en coche. No te des prisa. Cuidado con atragantarte.
Albina estaba conmovido:
—¿Y tú? ¿No desayunas?
Umberto se rio:
—No te preocupes. Soy jefe y puedo desayunar cuando quiera.
Sus palabras le hizo a Albina tener envidia,
—¡Qué bueno!
—Si eres mi mujer, también podrás comportarte así.
—Claro que no —Albina mordió un pedazo y lo masticó.
De repente recordó lo que dijo Macos. Cuando terminara la corporación con Claire, si todo salía bien, tal vez sería famosa y podría tener su estudio.
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