Albina sostenía el álbum y miraba intensamente al bebé de la foto.
Era tan pequeño y bonito, tenía una cara redonda, pero se notaba su belleza cuando fuese maduro.
—¡Vaya, qué bebé más lindo!
Albina se emocionó mucho, se sostenía el rostro y miraba detenidamente la foto.
No esperaba que Umberto fuera tan lindo cuando era niño.
Al verla así, la Señora Santángel se rio y también dirigió su mirada a la foto.
Había un bebé gordito con rasgos faciales muy delicados y lindos, sus redondos ojos miraban hacia adelante y sostenía un pequeño tren de juguete en su mano.
Parecía un poco atolondrado, pero aún así se veía muy lindo. Además, llevaba una ropa para bebé que se veía bien gracioso. Albina echó un vistazo a Umberto y soltó una carcajada sin querer.
Aunque Umberto estaba jugando ajedrez con su abuelo, no dejaba de mirar a Albina por el rabillo del ojo, y al verla de repente reírse de él, se sintió curioso de lo que había ocurrido.
Al ver que el abuelo aún fruncía el ceño para pensar el siguiente paso, pidió a su padre que sentara en su asiento.
—Papá, siéntate aquí y juega con abuelo, por favor.
Sergio Santángel hacía tiempo que ya no quería jugar con Umberto, porque no sabía respetar a sus mayores. Había ganado todos las partidas sin ceder ni una a su abuelo, y eso lo dejó sentirse muy frustrado.
Ahora que finalmente lo vio retirarse, rápidamente recogió todas las piezas de ajedrez y miró a su hijo con gran interés.
—Ya que Umberto se fue, juguemos una nueva partida.
El padre de Umberto no tenía otra alternativa más que aceptar su invitación y dejarlo ganar todos los juegos para complacerle.
Después de que Umberto se levantó, caminó directamente hacia Albina, se sentó a su lado apoyándose contra ella, y le preguntó en voz baja:
—¿De qué te ríes tanto?
Albina rápidamente le mostró la foto.
—Umberto, ¿te acuerdas de esta foto? Te la sacaron cuando aún eras un lindo bebé, pero ahora te ves tan distinto.
«¿Quieres decir que ahora soy feo?»
Umberto entrecerró los ojos y señaló su rostro.
—¿Qué pasa con mi rostro actual? ¿No es bonito? ¿No te gusta?
Albina se quedó atónita por su pregunta, miró sus delicados y hermosos rasgos faciales y dijo enrojecida: —No, me refería a que te veías más tierno que ahora.
«Parecías tan pequeñito y carnoso, tenías un encanto que le agradaba a la gente, pero ahora con solo una mirada, intimidas a todos los que se te acerquen.»
La Señora Santángel al ver que a Albina le gustaba mucho la foto, le recordó con una sonrisa.
—Hemos guardado muchas fotos de Umberto en este álbum.
A diferencia de los mayores, el padre de Umberto había sacado muchas fotos de su hijo después del nacimiento.
—Mira, aquí hay una foto de cuando cumplió un mes de nacimiento, esta la sacó cuando cumplió 100 días y está cuando cumplió un año.
Dicho esto, la Señora Santángel puso el álbum frente a Albina para que los dos lo vieran juntos.
—Mírenlas ustedes, yo tengo que ir al baño.
Albina hojeaba con ansias las páginas, tal como decía la Señora Santángel, vio muchas fotos de Umberto que fueron sacados por diferentes escenas con múltiples posturas.
Al principio, cuando tenía uno y dos años, se había retratado en posiciones muy graciosas, lo que hizo que Albina se emocionara al ver cada una de estas fotos.
Pero Umberto se sentía tan avergonzado que incluso sus orejas se enrojecieron.
No sabía que había tantas locas fotos suyas.
Poco después, Albina descubrió que casi no había fotos después de los dos años, de vez en cuando, aparecía fotos de Umberto con la cara hosca y vestía con traje pequeño.
—Cuando mi abuela falleció, mis padres me enviaron a vivir con mi abuelo, porque estaba muy triste y solo —Umberto explicó.
Y desde ese momento, los padres de Umberto dejaron de prestarle atención a su hijo. El abuelo lo educaba de forma muy estricta desde pequeño, lo que le generó un carácter cada vez más indiferente y se alejara más de sus parientes.
Al escuchar esto, Albina miró al niño de rostro serio y se le quitó todo el humor para reírse, hasta que comenzó a sentir lástima por él.
Las siguientes fotos aparecían una vez al año o varios años y Umberto se veía cada vez más imponente y con una expresión distante.
Albina sintió como si estuviera observando el crecimiento de Umberto.
Dentro de todas las fotos, había una que le gustó mucho.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de mi mujer ciega