Angelina sacó el vaso de la mano de Ariana con ansiedad, y dijo:
—No puedes pensar así. Es tu cuerpo. Si no quieres donar el riñón, no lo hagas. Si ellos se atreven a volver a obligarte, llama al policía. Albina y yo te ayudaremos. No estás sola, nunca serás la chica sola e indefensa de antes. Ahora nos tienes a nosotras. Ellos no se atreverán a obligarte más —mientras hablaba, comenzó a sollozar—. Tanta gente te quiere. Nunca vuelvas a decir que quieres dañar tu cuerpo. Eso nos hace sentir tristes.
Ariana se quedó mirándola aturdidamente, pensando en Albina, Macos, Santiago y sus codiciosos padres. Sentía todas las injusticias que había sufrido. Pero ella no quería llorar por el temor de que los otros se la burlaran. Por eso, puso su frente contra el hombro Angelina, y comenzó a sollozar.
En el corazón de Angelina surgieron muchas lástimas, apoyó sus hombros y le dio unas palmaditas.
—Ay, llora. Vas a sentirte mejor después de llorar. Desde mañana, olvídate de esa mujer.
Mientras lloraba, ella asintió con su cabeza.
Después de muy poco tiempo, los hombros de Angelina estaban mojados. Las lágrimas calientes parecían gotear en su corazón, lo que también la puso triste.
Después de llorar, los ojos de Ariana estaban un poco rojos e hinchados, pero su estado de ánimo mejoró mucho y no siguió bebiendo.
Miró su reloj, y dijo:
—Ya está haciendo tarde. Si tardamos más, tu familia estará preocupada por ti.
A ella no le pasaría nada, porque ella vivía sola. Nadie se preocuparía si ella llegara a casa tarde. Pero el caso de Angelina era distinto. Sus padres la querían mucho, se temían que Jaime la lastimara, por tal razón la habían hecho quedarse en casa durante tantos días.
Angelina asintió con su cabeza obedientemente y dijo:
—Vale, vamos a casa.
Ella ya no se atrevía a dejarla bebiendo. Si realmente se quedara borracha, no sabía si sería capaz de enviarla de regreso a salvo sola.
Las dos salieron del bar y se pararon en la puerta para tomar un taxi. Ahora el clima se estaba poniendo cada vez más fresco y había brisa agradable por las noches.
Después de tomar aire fresco y sentir la brisa, la embriaguez de Ariana se disipó mucho, y se puso sobria.
Vino un taxi, ella lo detuvo, se lo cedió a Angelina para que pudiera regresar a casa primero.
Angelina dijo con preocupación:
—Sube también. Te acompañaré a tu casa primero, luego regresaré yo.
Ella tenía mucha preocupación porque Ariana había bebido mucho alcohol.
Al escuchar sus palabras, Ariana negó con la cabeza, su expresión era sobria, y dijo:
—No te preocupes. Ahora me he recuperado mucho. Además, vivimos en dos lados opuestos. Si haces eso, perderás mucho tiempo. Vete primero, luego llamo a otro taxi. Si no te puedes quedar tranquila, cuando suba al taxi, te mandaré el número de la placa.
Al ver que su menta era clara y que sus palabras tenían sentido, Angelina se sintió aliviada.
Vio que el taxi se alejó, Ariana se quedó allí durante mucho tiempo antes de tratar de llamar a un taxi.
Después de subirse al taxi, de acuerdo con su promesa, a Angelina se le mandó el número de la placa, ella se apoyó en el respaldo de la silla, pensando en lo que había pesado hoy y la cara de su madre.
Su decisión seguía la misma, jamás donaría su riñón a su maldito hermano, sin importar cómo le obligara su madre, incluso si ella se arrodillara frente a ella.
Había sido forzada por su madre una vez antes, en ese momento, había jurado que nunca le permitiría que la coaccionara más.
—Señorita, ya llegamos.
Después de un rato largo, la voz del conductor la sacó de sus pensamientos.
Miró por la ventana, se dio cuenta de que habían llegado cerca de su comunidad.
Pagó y bajó del auto, no sabía por qué sus mejillas estaban un poco calientes ahora y la embriaguez volvió.
Pero no le importaba, de todo modos ya estaba cerca de casa.
Era su propia casa, para la cual había gastado todos sus ahorros, también era su refugio seguro. Nadie tenía el poder de echarla a la calle, y nadie la podría amenazar. Ya no necesitaba aguantar las malas actitudes de otros.
Sus pasos no eran estables y ella estaba aturdida.
El edificio en el que vivía estaba lejos de la entrada de la comunidad y tenía que atravesar un pequeño jardín.
Se estaba haciendo tarde y no había gente en el jardín. Normalmente, se juntaba mucha gente aquí. Un aroma de la fragancia de las flores vino de la nada en el viento nocturno, y ella sintió que su embriaguez se profundizaba.
Sus pasos iban mecánicamente caminando a casa según la costumbre.
Cuando estaba a punto de entrar en el edificio, apareció una persona quien la tomó de su brazo, y los dos fueron directamente al cuarto de servicio en la entrada del corredor.
Ella se asustó por esto, su embriaguez desapareció, su frente estaba cubierta de sudor frío.
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