Jaxon Clark.
Sus palabras taladran mi cabeza. No puedo creer lo dijo, el imaginar a ella y Alexandre juntos; no, no y no, me niego. «¡Mierda! Ella no pudo hacerme eso.»
El enojo se expande por todo mi cuerpo, siento como la cabeza me duele, me taladra con imágenes de ellos juntos. No puedo controlarme, necesito golpear algo, necesito saciar mi ira antes de ir con Alexandre.
Todo mi despacho está hecho trizas, pude vaciar un poco de mi coraje, pero no estoy conforme hasta golpear al que me traiciono. Ese cabrón me la pagará, abuso de mi confianza y eso no se lo perdonó ni a mi madre.
— ¡Te cortare los testículos maldito hijo de perra! —grito con fuerza.
No espero más y salgo en busca de la persona que abuso de mi confianza. Enciendo el auto y antes de arrancar llamo a Milo.
— ¿Qué sucede querido amigo? —me pregunta el rubio, como siempre, con ese ambiente de felicidad rodeándole.
— ¿Sabes dónde está Alexandre?
—Si, en este momento estamos bebiendo. Está a mi lado.
— ¿Dónde?
—En el bar de siempre, estamos todos. Te iba a llamar para que...
No lo dejo terminar y cuelgo la llamada. Lo que me importa ahorita es romperle la cara al imbécil de Alexandre. No espero más y aprieto el acelerador haciendo rechinar las ruedas de mi lujoso carro.
Al llegar lo primero que hago es salir del auto importándome poco donde lo estacione. No hace falta pagar entrada, soy amigo del dueño y él me permite el acceso. Camino por el lugar hasta llegar a nuestro cuarto privado de siempre, abro las puertas y ahí me encuentro con mis amigos y también el traicionero. Al verlo tan feliz bebiendo de su bebida me da más coraje, quiero borrarle esa sonrisa de hipócrita.
—Amigo llegaste —dice un Milo alegre.
Ignoro sus palabras, mi objetivo es otra persona y voy directo a él tomándolo por el cuello de su camisa haciendo que se levante bruscamente de su lugar.
—Ahora si imbécil, me vas a explicar por qué te metiste con mi mujer.
Quiero estrangularlo, pero si lo hago no escucharé los motivos de su traición. Antes de que hable se acercan a nosotros tratando de separarnos, pero mi fuerza es indescriptible en este momento.
— ¿Qué te pasa Jaxon?
Ignoro a Ben. Esto es entre Alexandre y yo, no tengo que involucrar a mis otros amigos.
— ¡Dime, imbécil!, ¿¡Por qué te metiste con ella!? —insisto.
Su expresión no me dice nada, no está feliz, ni molesto y mucho menos refleja miedo, está inexpresivo.
— ¿De qué hablan ustedes? —vuelve a preguntar Ben.
Los demás chicos solo observan el escándalo y Alexandre continúa callado.
— ¡Habla bastardo! —me desespera su silencio.
Lo agito para que hable… Con el único gesto de su sínica sonrisa de nuevo me hierve la sangre.
—Porque me gusta —es todo lo que dice.
«¡Maldito! ¡Ahora si te mato!» Lo empujo hasta que su espalda se estampe con la pared tomando con más fuerza su camisa.
—Traicionaste mi confianza —espeto con furia.
Lo suelto su camisa, con mi mano derecha hago un puño y con toda mi fuerza lo golpeo directamente en su nariz. De nuevo levanto mi mano para darle otro golpe, pero los chicos me detienen tomándome. Ben se acerca a ayudar a Alexandre mientras Liam y Milo me agarran para no golpearlo de nuevo.
— ¿Por qué mierda lo golpeas? —interfiere Ben.
—Porque ese imbécil se metió con mi novia sin mi consentimiento. Todos saben que eso es una regla y la rompió —cada vez que repito esas palabras me lastiman, siento una molestia en mi pecho.
Todos se asombran, está mal visto que Alexandre rompió la regla, todos me dan la razón.
—Yo no he roto ninguna regla —se justifica.
— ¡Tener sexo con mi mujer es romper la regla! —estoy fastidiado que lo niegue.
— ¡No! No lo hice.
Este imbécil solo se está excusando para no quedar mal.
—No lo hice porque ella no me lo permitió. No hicimos nada malo ni siquiera rompí tu restricción de besar sus labios, lo único que hice fue tocarla. No la penetre, por más de que muero por hacerlo no lo hice.
— ¡Pero la tocaste!
Trato de zafarme, pero mis amigos no me lo permiten. Aun así, me molesta que la haya tocado sin mi consentimiento.
—Porque me gusta. No quise a obligarla a más; ella se opuso, al principio.
— ¡Chicos basta! —grita Ben.
Ben se gira a verme y habla con seriedad.
—Jaxon, aquí no se ha roto ninguna regla, Alexandre no la penetro y tampoco la beso.
— ¡La toco sin mi consentimiento!
—Sabes que eso no es grave. Además, entiende, le compartes a tu musa, la ha tocado, no es para que te pongas de esa manera.
Ben tiene razón, pero eso no es excusa para que no me enoje. Me suelto de mis amigos y, más que enojado le advierto a Alexandre.
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