Eva frunció el ceño y entró empujando a Xavier, para luego limpiar mientras recitaba:
—Esto de aquí no puede colocarse así, es muy fácil que se caiga. Además, la tabla de cortar debe colocarse aquí... ¿entiendes?
Los ojos de Xavier se sintieron conmovidos, así que se dio la vuelta y salió a buscar la llave de repuesto de la casa, para luego ponerla en la mano de Eva:
—Puede que no sea capaz de recordarlo, ¿podrías venir a revisar si todo está en su lugar con frecuencia?
—¿Aah? Solo necesitas anotarlo dentro de las tareas diarias. Eres el asistente del Sr. Marc, ¿cómo no serías capaz de recordarlo?
—Puede que... necesite que vengas unas cuantas veces más.
Xavier mantuvo sus palabras en la punta de la lengua durante mucho tiempo, antes de poder soltarlas.
En realidad, no es que no supiera hacer las tareas del hogar, sino que quería que Eva viniera más a menudo; había pensado en incontables maneras de hacer que viniera y finalmente pensó que esta era la más fiable.
«¿Quiere que venga más a menudo?».
Eva se congeló, y luego vio a Xavier acercarse un poco a ella.
Entonces, Eva enfocó su mirada a las verduras cortadas cerca de ella:
—¿No tenías hambre? Aún no terminaste de cocinar.
Xavier ladeó la cabeza y la miró un rato antes de decir:
—¿Tienes mucha hambre?.
Eva se sintió avergonzada, luego, al ver el aspecto de Xavier, los latidos de su corazón se sobresaltaron como si fueran unos tambores de algún día festivo y su cabeza empezó a dar vueltas como si estuviera en un remolino. Era obvio que aquella atracción era mutua, pues la distancia entre ellos era cada vez menor.
—Solo sé hacer fideos, no soy muy rápido cortando cosas, quizá tengas que esperarme un poco más, puede que demore pero me saldrá exquisito.— Xavier dijo y tomó un plato de detrás de Eva.
Entonces, Eva sintió que el ambiente era muy incómodo:
—¡Seguiré... limpiando!
Xavier la vio marcharse a toda prisa, y una sonrisa volvió a aparecer en su rostro cuando ella se llevó la llave.
Tal y como pensaba Eva, Xavier no solía traer amigos a casa, y no había alguna mujer que se quedará con él. Sus muebles y enseres domésticos eran todos para una sola persona, tenían un tono gris y blanco uniforme, si se realizaba una limpieza simple, el lugar se vería impecable, pero daría una sensación de soledad.
Después de que Eva ordenará la habitación, tuvo la inexplicable sensación de preguntar a Xavier si había sido una idea casual el traerla aquí hoy, o...
Miró las llaves que llevaba en el bolso,
«¿acaso no intercabiaban llaves solo las parejas?».
Ahora que lo pensaba, Xavier tenía su llave, y ella tenía la de él.
En ese momento, Xavier estaba de pie en la cocina, miraba la hora una y otra vez, tratando de pensar en alguna manera en la que pudiera entretener un poco más a Eva, para que al final pudiera pasar la noche allí.
—¿Aún no está listo? —Eva gritó.
—¡Ya casi!—Xavier frunció el ceño y, de muy mala gana, echó los fideos en la larga olla hirviendo.
Diez minutos después, Xavier trajo dos cuencos humeantes de fideos y unos cuantos platos pequeños, y luego gritó:
—¡La cena está lista!.
Eva olió el aroma y los probó con gran satisfacción:
—¡Nunca pensé que pudieras cocinar tan bien!
—Si te gusta, te lo prepararé todos los días.
Eva, que estaba comiendo los fideos, se atragantó al escuchar estas palabras y sus ojos se abrieron de par en par mientras miraba a Xavier:
—Este...
«¿Realmente sabe que esas palabras no se deben decir a la ligera a una mujer?».
—¿Por qué... me diste la llave de tu casa y... por qué cocinaste para mí? —Eva le preguntó con gran dificultad, pero si no lo hacía, se volvería loca de tanto pensarlo.
—¿No eres mi prometida? Es normal que tengas la llave de mi casa.
«¡Oh, Dios mío! ¿Quién le enseñó a decir eso?».
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