CAPITULO 5- EL NIÑO NECESITA UNA MADRE.
SIETE AÑOS DESPUES…
El ambiente en la mesa era tenso y la conversación era unilateral. La mujer hablaba con entusiasmo, pero Lucien apenas la escuchaba, la voz de la mujer, le resultaba molesta, como el zumbido de una mosca que no podía ahuyentar.
—Y estaba pensando, que los anillos podrían tener un diseño más clásico, algo que simbolice la unión perfecta. ¿Qué opinas? —preguntó ella, inclinándose ligeramente hacia él, con una sonrisa que buscaba su aprobación—. Y, oh, la luna de miel... Estaba pensando en Italia. Roma sería tan romántico, ¿no crees bebe?
Pero Lucien no respondió.
Su mente estaba en otro lugar, rebobinando las últimas horas. Había pasado la tarde interrogando a uno de los hombres de los O'Connell, una familia mafiosa irlandesa que llevaba meses causando problemas en sus negocios. Lo que había descubierto no le gustaba: los envíos de whisky estaban en riesgo de no llegar a tiempo, y eso podría desatar una cadena de problemas que no estaba dispuesto a tolerar. Su mandíbula se tensó al recordar los detalles del interrogatorio, sus dedos tamborileando con impaciencia sobre la mesa.
De repente, sintió el toque de la mujer en su mano, suave y delicado. Su voz lo sacó de sus pensamientos.
—Lucien, amor, ¿me estás escuchando? —preguntó, ladeando la cabeza con una expresión de leve reproche.
Él alzó la vista y fijó sus ojos azules en ella, los mismos ojos que muchas mujeres encontraban irresistibles. Pero al mirarla, no sintió nada. Ni afecto, ni interés, ni siquiera molestia real. Ella era un trámite, un procedimiento que debía cumplirse para asegurar su control total sobre la organización. Con Logan, su hermano, muerto, pensó que el camino estaría despejado. Pero su abuelo, Alaric Stanton, siempre tenía un as bajo la manga.
Esta vez, había exigido se casara con la hija de un viejo amigo y líder de la Camorra, Alessia D’ Castelo.
Suspiró y se recostó en su silla, su expresión fue fría como el mármol.
—Alessia, espero que tengas claro que esta boda no es por amor —dijo —. No estoy en condiciones de prometerte algo que no tengo. Esto es un acuerdo, nada más.
El rostro de Alessia se contrajo ligeramente, como si esas palabras la hubieran herido, pero se recompuso rápidamente. Su sonrisa regresó, aunque más tensa, y sus dedos acariciaron la mano de Lucien con una falsa ternura. Él apartó su mano con brusquedad, como si el simple contacto lo irritara. Ella lo notó, y aunque su sonrisa no desapareció, sus dientes se apretaron en un gesto contenido.
—Entiendo —dijo ella, con un tono que pretendía ser dulce pero que escondía una determinación férrea—. Pero incluso si es una boda por interés, será la mejor boda que Londres haya visto. Y espero que el novio sea un poco más participativo... o... —hizo una pausa, su sonrisa ensanchándose peligrosamente—, tendré que hablar con tu abuelo. Estoy segura de que él entenderá mis preocupaciones.
La mención de Alaric hizo que Lucien apretara la mandíbula. Su abuelo era un hombre despiadado, y cualquier intervención de Alessia podría complicar aún más las cosas. Estaba a punto de replicar, de ponerla en su lugar, cuando su teléfono sonó. Desvió la mirada de ella hacia la pantalla, y al ver el nombre de la señora Willows, su ama de llaves, su expresión cambió. Ella era la única persona en quien confiaba para cuidar a sus hijos. Sin esperar más, respondió.
—¿Señora Willows?
—Señor, tiene que volver cuanto antes. El pequeño James tiene mucha fiebre, y los medicamentos no están funcionando. Estoy muy preocupada —respondió la mujer, su voz cargada de nervios.
Lucien se puso de pie de inmediato, su silla raspando el suelo. Sus manos apretaron el teléfono con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.
—Llame al Dr. Whitaker. Y ya voy para allá —dijo.
Mientras dejaba unos cuantos billetes sobre la mesa, Alessia se levantó también, atónita.
—¿Te vas? —preguntó incrédula.
Lucien apenas la miró mientras tomaba las llaves del auto.
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