Yadira miró alrededor simplemente y se sentó en la cama. Raquel se quitó los zapatos, subió a la cama y se sentó junto a ella.
Yadira consideraba muy adorable a Raquel, cuanto más ahora sabía que ella era su hija real, la veía todo cariñoso aún.
Yadira sobó su cabeza, y le besó en la cara inclinándose.
Con los ojos bien abiertos, Raquel se levantó y le devolvió un beso. Reía enseguida, tal vez le parecía interesante así.
Yadira la besó otra vez, y Raquel trepó a ella hasta que los dos se envolvieron. Yadira la hizo reír rascándole el cuerpo.
Al ver que Raquel estaba cansada de jugar, Yadira le tomó la pequeña mano y se acostaron juntos en la cama.
Se dio cuenta de que alguien le estaba mirando, Yadira se levantó y vio a Delfino parado a la puerta sin saber en qué hora había venido.
Yadira se sentó, levantó a Raquel y dijo suavemente, -He venido Papá.
-¡Papá!
Raquel lo llamó con entusiasmo, y se levantó de la cama rápidamente para acudió a abrazar a Delfino de la pierna. Raquel era tan pequeña como una muñeca apoyándose en la pierna de Delfino. Una escena rara pero cariñosa.
Delfino abajó la cabeza, vio a Raquel mirándolo sin pestañear y la recogió acorchándose. Raquel le rodeó el cuello y lo olió por todas partes.
Delfino enarcó las cejas, y dijo, -¿Qué hueles?
-Nada ácida -dijo con perplejidad.
Delfino se sentó con Raquel en sus brazos y le preguntó pacientemente, -¿Qué huele ácido?
Ya supo lo que iba a hablar, pues Yadira dijo al instante.
-Olerás ácido cuando estás celoso.
-¡Raquel!
Pero no llegó a detenerla.
A continuación, Raquel dijo triunfalmente, -Tía Yadira dice que estás celoso.
Yadira se quedó sin palabras.
Delfino echó a Raquel un vistazo de mucho significado, y no se sabía qué estuvo pensando. Yadira puso su vestido en orden y permaneció erguida en la cama. Con timidez, miró en torno suyo excepto a Delfino. En seguida, oyó sonar la voz baja de Delfino, -No es tía, es tu mamá.
-¿Mamá?
Raquel torció el hocico, tomó la corbata de su padre y replicó en serio, -Tía no es mi mamá.
Lo que dijo ella hizo pasmados a Delfino y Yadira.
Aunque Raquel sólo tenía más de tres años, no pudieron complacerla como si fuera una niña inocente.
Había tenido la idea propia.
Se necesitaban el tiempo y la solución apropiada para que aceptara la identidad nueva de Yadira.
Hacía falta la paciencia.
Después de la depresión temporal, a Yadira le llegó la calma. No podría ver a Raquel ni hablar de oírla llamarle mamá si hubiera muerto hacía tres años. Además, durante los tres años, fueron Delfino y Ximena quienes habían acompañado a Raquel. Hacía poco tiempo que se conocieron, y era demasiado avara pedirle la aceptación de la identidad de mamá.
Yadira se levantó y acudió a Raquel, -¿Qué te apetece comer para la cena? Te lo prepararé.
Ya se acercó el tiempo de cenar después de todo eso.
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