Aunque Raquel lo decía entrecortado, pero sorprendentemente Delfino lo podía entender.
Ella quería que los tres estuvieran juntos, pero su forma de expresión era limitada, algunas cosas no las podía expresar con claridad.
Delfino dijo, -¿Cómo que yo no la dejo? Es ella la que no quiere venir.
Cuando escuchó sus palabras, Raquel dejó de llorar y lo miró seriamente, dijo, -Ella quiere.
Delfino alzó las cejas y preguntó, -¿Sí? ¿Entonces por qué no viene?
Delfino creía que la niña era graciosa, antes estaba llorando repentinamente, y ahora ya había parado, había empezado a discutir con él sin entender bien sus palabras.
Raquel no entendía muy bien lo que quería decir, se enfadó y gritó agresivamente, -¡Ella viene!
-Vale -Delfino tomó aire profundamente y añadió-. Ella viene.
En ese momento, el ascensor llegó a la planta cero, Delfino, con ella en brazos, salió del ascensor con pasos grandes y la dejó al suelo para llevarla de la mano.
De repente, Raquel soltó su mano, se dio la vuelta y corrió hacia el ascensor.
Delfino miró por unos segundos la mano que le acababa de soltar y enseguida se acercó a ella.
Raquel estaba de puntillas intentando presionar el botón del ascensor, pero su mano nunca llegaba, siempre le faltaba un poquito.
Delfino inclinó su cuerpo, estiró su brazo largo, la atrapó, la puso sobre sus hombros y se dirigía hacia fuera.
-¡Baja! -Raquel pataleaba-. ¡Suéltame!
Delfino no decía nada y la llevó directamente hacia el parking.
Libró una mano para abrir la puerta, y después la metió adentro. En el asiento trasero del coche había una sillita de niños, debería de ser de antes.
Delfino la sentó en la sillita y le amarró el cinturón. Vio que seguía con cara de ira, así que se puso serio y dijo, -¡Siéntate bien, no te muevas, no grites!
Raquel se asustó y encogió los hombros, lo miró de reojo cuidadosamente y enseguida bajó la mirada. No se atrevía a mirarlo.
Delfino cerró la puerta satisfechamente y se puso delante para conducir.
Cuando arrancó, la miró a través del retrovisor y vio que estaba jugando con el cinturón con la carita estirada, así que dejó de mirarla.
Llegaron.
Aparcó el coche en la puerta del chalet, bajó del coche, abrió la puerta del asiento trasero y vio que ella estaba dormida.
Delfino se inclinó y la sacó en brazos, dijo en voz baja, -Después de comer, es dormir.
Xulio últimamente pasaba las noches ahí, se sorprendió cuando lo vio entrar con Raquel en brazos.
Después del asombro, recordó lo que dijo Delfino la otra vez, seguidamente sintió mal presentimiento, -Señor, ¿cómo es que ha traído a Raquel aquí?
“Delfino no se la habrá quitado de los brazos de Yadira y la ha traído a la fuerza?” pensó Xulio.
Delfino miraba al frente y caminaba sin mirarlo, -Es ella la que ha querido venir conmigo.
Aunque cuando salieron del ascensor Raquel quería volver con Yadira, pero cuando salieron de la puerta, Raquel se había ido con él voluntariamente.
Delfino directamente la llevó a su habitación y, cuando la dejó en su cama, se quedó aturdido. Nadie le había dicho que esa era la habitación de Raquel, se había guiado por el sentido para llevarla a su habitación.
Observó a Raquel durante unos segundos, se dio la vuelta y salió.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio de primera