Yadira miró al reloj. Ahora eran las diez por la mañana, y solo le quedaba menos de vienticuatro horas. Aunque no considerara la distancia entre su lugar y el aeropuerto, tendría que pasar casi veinte horas en el vuelo.
A pesar de que ella fuera al aeropuerto ahora mismo, sería posible que no pudiera comprar un boleto inmediatamente.
¡Qué increíble era la petición de Delfino!
Le dijo con inquietud, -¿Crees que yo tenga las alas, y puedo volar?
Delfino no le contestó. Su actitud era muy evidente. Le daba igual de qué manera regresara Yadira.
Él solo quería que ella volviera cuanto antes.
Este hombre siempre era irrazonable.
Yadira le dijo unas palabras más, pero nadie sabía si él las había oído. Al final, le contestó, -Voy a recogerte.
Frente a su contestación, la chica casi no podía reaccionar.
En este momento, le dijo Delfino, -Voy a comer.
Lo que decía significaba que él iba a colgar la llamada.
Yadira le contó inmediatamente, -Puedo resolver todo, no te hace falta venir.
Después de colgar la llamada, la chica recordó que no le mencionó ni una palabra sobre el asunto importante, sino que le había contado lo inútil.
Estaba molesta, puso el móvil en la mesa y se fijaba en la maleta.
Un buen rato después, ella comenzó a prepararla.
Ella solo se alojaba aquí un día, por eso no tardó mucho en arreglar todo bien.
¿Si ella salió tan pronto, Alfonso le dejaría irse?
Si él no la detuvo, como lo que decía Mariano, en el cual confiaba y no se preocuparía por nada.
Cuando tomó la decisión, Yadira salió de la habitación llevándose la maleta.
Ella se encontró con Josefa, que estaba sosteniendo un café.
Le saludó con sonrisa, -Señorita Yadira, buenos días.
Supuso que ella le servía el café a Alfonso, le preguntó, -¿Dónde está Alfonso?
-Está en el estudio -vio la maleta, por eso le preguntó con dudas-, señorita Yadira, ¿vas a irte?
No le contestó, y le preguntó directamente, -¿Dónde está el estudio? Tengo algo que hablar con él.
Entendió que ella no le contestaría y se adelantó, -Sígueme.
En el fondo del pasillo, Josefa se detuvo en una habitación. Tocó a la puerta, luego la abrió y entró.
Siguiendo a ella, Yadira vio a Alfonso que estaba sentado al escritorio.
Detrás de él, había una gran estantería en que estaban colocados muchos libros encuadernados de inglés, unos adornos y maquetas.
¿Quién podía imaginarse que fuera el estudio de un cocinero?
Yadira pasó la vista por la habitación, solo vio los libros sobre medicina y ninguno sobre cocina.
Pues el trabajo de Alfonso en la cocina de hotel debía ser una cortina de humo, seguro que solo él mismo sabía qué era su trabajo.
Josefa se le dirigió directamente, puso el café en el escritorio, -Señor, el café.
Alfonso vio a Yadira.
Josefa salió y cerró la puerta conscientemente.
-¿A qué vienes? -le preguntó.
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