Una enorme ira apareció en el rostro de Yadira y su tono mostró unas frialdades, -Josefa, ¡qué en realidad quieres hacer! Sé que me guardas rencor por Mariano, ¡pero no seas demasiada!
Josefa le respondió con una risa despreciada, dijo mordiéndose los dientes, -Yadira, te he mirado por encima del hombro.
Aun no estando dispuesta, solo soltó un resoplido frío y luego se volvió a salir.
Después de que ella se marchó, Yadira fue a cerrar la puerta, luego se apresuró a acudir frente al armario y lo abrió.
Abrió la última puerta de eso y puso rápidamente a un lado toda la ropa colgada, por fin vio a Delfino de pie y apoyarse contra la pared del armario.
Aunque se ocultaba allá, Delfino no parecía avergonzado en absoluto, por lo contrario, se veía más agresivo.
Algunas personas eran nobles desde el nacimiento.
Pero Yadira todavía creía que eso lo molestaba mucho. Ella dijo tras haber frotado los labios, -Ya se fue, salte.
Delfino le dio una mirada, en cuyos ojos tan oscuros como derramados por la tinta del tintero se llevaba un aliento sombrío.
Yadira parpadeó, e involuntariamente sintió que un escalofrío se extendía por la espalda.
¿Qué le pasó a él?
Después de salir del armario, incluso con demasiada pereza de arreglar algo de la ropa, solo tenía la vista fría en ella.
Ella aún se sintió culpable a pesar de no pensar que lo hubiera enfadado.
Le preguntó, -¿Qué te pasa?
Delfino tenía la cabeza baja y la mirada fijada, entrecerrando los ojos levemente, en ella, un rato luego, le preguntó, -¿Tu ama? ¿Señora Magrina?
Su tono expresó calma, en el que ni había una emoción, ni podía sonar un más mínimo significado de enojarse. No obstante, lo más incapaz de sonarlo representó que más enojado él estaba.
Yadira curvó los labios, dijo, -Dije así solo para darle celos a Josefa, tú finge no haber oírlo.
-Pero ya lo oí.
Delfino enarcó las cejas, obviamente no queriendo dejar ir ese asunto tan fácilmente.
Ella abrió la boca, por un momento hasta incapaz de encontrar algo oportuno para explicar.
Los dos se miraron por un tiempo, ella fue la primera en perder la paciencia.
-Como quieras.
Algunas veces, Delfino era como un niño, incluso si supiera que ella no lo había dicho en serio, siguió quedándose en ira.
Y hoy, ella no quiso complacerlo. No podía ocurrir cada vez que ella iba a hacer eso cuando él estaba enfadado por alguna razón extraña. Ella también poseía su propio temperamento.
Con esto, él tenía la ira más que ella.
Solo dándole una mirada, se volvió, caminó hacia la ventana y saltó sin decirle nada hacia abajo.
Después de hallarse por un ratito atónita, Yadira reaccionó lo que hizo, dio prisa levantándose y corriendo hacia allá.
Se paró junto a la ventana, inclinada y miró por la tierra. Pero estaba tan oscuro que no podía ver claramente a nada, y mucho menos que a la persona.
Pasó la mirada por el alrededor, y por el miedo de la voz alta, tuvo que llamar su nombre en voz bajísima, -¡Delfino!
Pero él no le dio ninguna respuesta. Yadira cerró la ventana y daba vueltas en la habitación.
Mientras caminaba, murmuraba, -No puedo conocer nada más claramente que su carácter, no me enojo, no me enojo…
¡Cómo podría no quedarse enojada!
Fue a sentarse en el sofá, tras golpear con fuerza al almohadón por un tiempo, se sintió mejor que antes.
En este momento, le pareció que había algo en el bolsillo en la ropa.
Tendió la mano para checarlo, encontró que allá existía un móvil sin saber cuándo se hubiera puesto.
Esto le parecía muy conocido. Resultó ser el que solía utilizar Delfino.
¿Cuándo lo había dejado en su bolsillo?
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