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Matrimonio obligado romance Capítulo 2

Cuatro meses antes

—Lacie, por favor, no te vayas a levantar en la noche a estar curioseando, si te llega a pasar algo nuestros padres me matan. ¿Me lo prometes? —inquirió Fénix mirando la expresión de preocupación de su hermanita.

—No puedo hacer esa promesa Fénix, sabes que nunca me gusta prometer lo que no estoy segura de cumplir. Además, ¿Sabes lo que significa para mí dormir solo a unos metros de él? —su hermana la miró blanqueando los ojos—. Es que no tienes idea de cómo me siento, estaré a solo pasos de él, de la persona a quien más he admirado en mi vida… es como cuando tú conociste a tu grupo favorito —suspiró con una expresión de niña enamorada.

—Lacie, Renaldo es muy grande para ti, tú apenas cumpliste diecisiete años y él tiene treinta y tres ¿Sabes la diferencia abismal que hay entre ustedes? Tú eres una niña y él un hombre.

—Pero yo voy a ser mayor de edad y seguiré creciendo hasta los veintiuno, eso dice mi mamá —pronunció la chiquilla con ilusión.

—Nena, ese hombre no tiene madera de príncipe azul, es un resentido... —Fénix levantó la mano para impedirle continuar.

—No hermana, no hables mal de Ren, es malo hablar mal de las personas cuando no están presentes para defenderse.

Fénix suspiró derrotada, porque realmente, no había forma de convencer a su hermana de lo contrario.

—Descansa. Te amo mucho —dijo Fénix.

—Yo también te amo.

Cuando su hermana se marchó, Lacie no podía conciliar el sueño, estaba eufórica y no era para menos, desde que recordaba había admirado a Renaldo Alessandro, era uno de los empresarios más exitosos de Europa, había seguido su carrera, guardaba sus entrevistas, las secciones de economía donde se hablaba de él, las páginas sociales, tenía un dosier de puras noticias sobre él y hasta un póster detrás de la puerta a escala natural y si quería ser economista era solo porque él lo era.

Se levantó de su cama, lo dudó por un momento y salió de su habitación, caminó por los pasillos de la gran casa, y fue directo a la habitación que le dijeron que pertenecía a él. Sabía que no estaba bien curiosear, y más si era una casa ajena, sus padres reprobarían esa conducta, claro que ellos no estaban allí para reclamarle. Era la primera vez que se apartaba de sus protectores padres y aunque su papá la había dejado ir, su mamá no estuvo muy conforme con esa decisión.

Llegó a la puerta de la habitación, y se puso nerviosa, haciéndose muchas preguntas "¿Será que vendrá?, no es nada malo si doy un vistazo… será rápido, nadie se va a enterar".

Tocó la puerta y como no escuchó nada en la habitación, entró, ella había nacido y crecido rodeada de lujos, pero la decoración de esa habitación era fuera de serie.

—Wow, ¡Esto es la habitación de un príncipe! Qué digo príncipe de un rey —dijo con admiración.

Enseguida empezó a recorrerla a observar todo, los premios, las condecoraciones, las fotografías de las cuales solo reconocía a algunos, después observó el vestier prácticamente era del tamaño de la mitad de la habitación, tenía de todo, trajes, corbatas, pijamas en fin, ella se sentía en la gloria.

Después de revisar todas las gavetas y espacios habidos y por haber, regresó dónde estaba la gran cama, le pareció tan atractiva que se sentó, pero como estaba tan emocionada se quitó los zapatos y empezó a brincar de pie, como una niña mientras no dejaba de carcajearse, bostezó y terminó recostándose, le pareció tan agradable y atractivo el olor, que terminó oliendo la exquisita aroma varonil, se recostó, cerró los ojos y se quedó dormida.

*****

Renaldo había salido de fiesta otra vez, con un grupo de amigos y amigas, al igual como hacía desde hacía seis meses, cuando ella lo dejó, había tratado de olvidarla de todas las formas posibles, estando con otras mujeres, pero no sintió nada, hasta llegó a follar con tres mujeres a la vez y después siempre era la misma insatisfacción, aunque tenía su propio departamento, decidió ir a casa de sus padres, porque tenía un asunto que hablar con su padre.

Estaba muy feliz al sentirla, no dejó de besarla y presionar su cuerpo contra el suyo, necesitaba tenerla para toda la vida, porque era la mujer que amaba, ella estaba estática, no respondía a sus besos y su cuerpo estaba rígido, como si fuera una muñeca de trapo y no quisiera responder por alguna razón, pero eso no le quitó su deseo, le arrancó la ropa desesperado, mientras la tocaba y la recorría por todos lados, estaba enloquecido por esa mujer y así se lo hizo saber.

La mujer no respondía a ninguno de sus movimientos, él estaba desconcertado, pero no podía dejar de hacerle el amor. La quería y necesitaba tenerla cerca, así que siguió adelante con su plan. La besaba como un sediento que no ha tomado agua por mucho tiempo, sin embargo, ella permanecía inmóvil, como si no sintiera nada. Él trataba de controlarse, pero era imposible, la pasión lo dominaba y ya no podía parar.

Sintió lo mojado de sus lágrimas, y se las limpió del rostro, en la nubla de su mente embriagada, pensó que quizás ella estaba emocionada, y siguió explorando su cuerpo, para minutos después abrir ese lugar e introducirse en ella con fuerza la sintió estrecha, demasiado, pero estaba tan excitado que no se detuvo, se movió cada vez más rápido, mientras ella continuaba sin reaccionar. Era frustrante, pero no podía controlarse, dejó su mente en blanco, solo quería vivir el momento, disfrutar de su cuerpo, hacerla y marcarla como suya para que nunca más se volviera a marchar de su lado.

—Te amo Katy, eres mi único y mi gran amor —pronunció en su éxtasis vaciándose en su interior, para segundos después caer vencido por el alcohol y el sueño.

*****

Lacie sintió unas manos masculinas tocándola, iba a gritar, pero las palabras se atascaron en su garganta, tenía miedo, mucho miedo… no sabía qué hacer, su cuerpo estaba petrificado, se lamentaba en su interior no haberle hecho caso a su hermana… no debió ir allí, apretó los ojos con fuerza, no podía moverse, porque sus piernas no le obedecían, iba a gritar, cuando vio ese rostro, el del hombre de quien estaba enamorada desde que usaba trenzas en su cabello y a pesar de querer huir, una parte de ella se lo impedía, una parte de ella, quería estar a su lado… no sabía para qué, pero no deseaba huir… se quedó tranquila, mientras sentía sus manos por donde quiera, tocándola, besándola, chupándola, ahogó un sollozo que amenazaba con salir y mientras él la hacía suya, no podía contener las lágrimas, sobre todo cuando se introdujo en ella y comenzó a moverse sin control, a ella le dolía, muchísimo, pero a la vez le daba una sensación de calor que se agitaba en su interior y que la amenazaba con arroparla.

Se quedó quieta, solo dejando que él hiciera, sintió un mar de sensaciones que la abrumaron y asustaron al mismo tiempo y cuando un rayito de esperanza surgió en su corazón de que quizás la vio y se enamoró de ella, las palabras que escuchó de sus labios la hundieron y rompieron toda esa ilusión del momento.

—Te amo Katy, eres mi único y mi gran amor.

«Cuanto mayor sea tu capacidad de amar, mayor será tu capacidad de sentir el dolor». Autor desconocido.

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