—¿Qué dices?
Al escuchar eso, Daniel se quedó sorprendido y se giró de golpe hacía Leila.
—Todo el mundo sabe que a Sr. Daniel le gusta Camila, pero en la mente de Camila solo hay Lorenzo. Si pasa algo entre Camila y tú, Lorenzo definitivamente dejará a Camila y se divorciarán. En ese momento, no te hará ningún daño. A ti te gusta Camila y a mí me gusta Lorenzo. Matamos dos pájaros de un tiro, cada uno toma lo que necesita, nadie pierde.
—Es normal que la gente tenga sus propias obsesiones. No hay que avergonzarse. Te puedo ayudar una vez, pero eso no significa que te vaya a ayudar muchas más veces. Lo más difícil ya está hecho, ¿qué te cuesta dar el paso?
Leila se rio de manera arrogante.
Antes Leila mencionó una vez con Daniel el plan, pero Daniel lo rechazó sin ni siquiera pensar un poco en ello. Esa era la segunda vez. Le dejó a Camila en un lugar a su alcance sin discutir con él.
Daniel era indiferente, como si no fuera un asunto de su incumbencia. Miró a Leila fríamente y subió directamente hacia la habitación mencionada.
El momento cuando se abrió la puerta, se vio a Camila tumbada en la cama grande. Estaba inconsciente, su pelo estaba extendido por la cama, parecía muy encantadora.
Daniel se sintió aliviado al ver que Camila solo estaba desmayada, menos mal que esa loca no la hizo daño.
En la cara de Camila todavía llevaba la mitad de la máscara del Zorro Rojo de Nueve Colas. Daniel había visto el rostro de Camila sin la máscara y nunca lo olvidaría.
Daniel levantó su mano y la puso suavemente encima de la mejilla de Camila. Ella tenía la piel tan delicada como la de un bebé.
Camila se despertó. Afortunadamente, reaccionó con suficiente rapidez antes de que la atacara. Así que, aunque le dolía todo el cuerpo por el golpe, era mucho mejor que el peligro que podría ser estar desmayada durante mucho tiempo.
—¿Camila? ¿Estás bien?
—¿Sr. Daniel? ¿Por qué estás aquí? ¿Te dijo Leila que vinieras a buscarme?
Camila no necesitó pensar mucho porque solo Leila podía hacer algo así.
—¿Adivinaste que vendría a buscarte aquí? —preguntó Daniel.
—No exactamente. Vengo aquí con un objetivo. Necesito confirmar lo que quería hacer Leila, también quiero saber cuál es el pacto secreto que tenéis entre Leila y tú.
Camila se levantó rápidamente y movió un poco el cuerpo.
—¿Sospechas…de mí? —Daniel miró a Camila.
—Es demasiada casualidad. Es normal que tenga sospechas. Todo lo que ha pasado seguía el mismo patrón. No me encuentro bien. Primero vienes tú, seguido por el señor Lorenzo. No ha pasado nada entre tú y yo, pero todo parece tan ambiguo y no hay manera de explicárselo bien al señor Lorenzo. Estoy segura de que ya os habéis llamado, pero no estoy segura de si has aceptado colaborar con esa persona malintencionada.
—Entonces, ¿cuál es tu conclusión?
Daniel la miraba con elogio. Siempre supo que esta chica era muy lista, no permitiría que nadie la oportunidad de tenderle una trampa. Aunque ocurrió una situación desfavorable, seguiría minimizando el daño.
Los ojos claros y brillantes de Camila se postraron en Daniel.
—Estoy muy segura de que no sois el mismo tipo de persona. Pase lo que pase, no aceptarás a colaborar con alguien como Leila. La colaboración entre personas con principios tan distintos es imposible.
Ella se levantó y se apresuró a marcharse.
—¡Camila! —Daniel se apresuró a perseguirla y a agarrarla— Leila me dijo que la oportunidad era demasiado buena y ya me estabas esperando en la cama. No quiero escuchar tu elogio. Lo que quiero siempre has sido tú desde el principio, tu persona, tu corazón, ¡todo de ti!
Él habló sin rodeos.
Camila se quedó sorprendida y miró al desconocido Daniel.
—¡Cállate! Soy tu cuñada. Los demás no lo tienen claro, ¿pero no lo sabes tú?
—De nombre, pero no de hecho, tampoco sois pareja de verdad, ¿no? —Daniel se rio con desprecio.
«¡No puede ser! ¿Cómo puede saber algo tan privado? Lorenzo no lo diría, yo tampoco.»
Las pupilas de Camila se estrecharon y el corazón le dio un vuelco.
—Deberías dejar a Lorenzo. Es un hombre débil, ¿qué te puede traer? Ven conmigo a Fretston. A toda mi familia le gustas y lo más importante es que te quiero, desde la primera vez que te vi. Después de tantos años, por fin te encuentro.
Pero Camila le miró con determinación.
—No hay nada que hablar. Mi mente no cambiará y tú no debes desperdiciar tu tiempo en mí porque no cambiaré de opinión. Iré a Fretston, pero no contigo. Ya estoy acostumbrada a hacer las cosas sola, no necesito a nadie para protegerme.
A Daniel le gustaba de verdad Camila. Había pocas chicas tan sobresalientes como ella, como la diosa Atenea, con su sabiduría y encanto, era insustituible. Era siempre la estrella más brillante del firmamento.
Camila le dijo con claridad que no necesitaba la protección de nadie, y que estaba acostumbrada a estar sola.
Daniel habló:
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