Camila sentía que ese hombre se le acercaba como si un empreador estuviera recorriendo su reino. Levantó la cabeza y descubrió que era Lorenzo.
¡Lorenzo también vino!
Se llevaba un traje grisis bien cortado que mostraba su figura y elegancia. Todos lo notaron cuando apareció.
—¡Dios míos!
—¡Qué guapo!
—Estoy enamorada.
Camila escuchó a las mujeres hablando, que lo adoraban mucho que querían hacer amor con él enseguida.
Los clientes del club privado casi todos eran hombres de mediana edad con barriga gorda o jovenes arrogantes de familia rica. Nunca había aparecido un hombre como Lorenzo, así que las mujeres presentes se sorprendieron.
Camila se quedó suspensa. ¿Por qué apareció Lorenzo en ocasión así?
Recordaba que antes odiaba lugar así.
Pero no estaba segura que Lorenzo de presente era así. Aprendió mucho vicio después de llegar a Fretston.
Lorenzo vio a Camila. La miraba abajo como si la tomara como una hormiga. Rio y parecía que la esperaba que hiciera el ridículo.
Camila se puso colorada creyendo que Lorenzo estaba burlándose de su aspecto lamentable.
Se vestía así solo para salvar a su amiga. No pensó que se encontrara con Lorenzo.
—Corazón, ¿qué miras?
El hombre que estaba a su lado la vio fijarse en otro hombre, y quería saber qué pasó.
Camila vovió la cabeza. Se sentía vergüenza y enfada. Ella vino para salvar a Amara, pero él vino para entretenerse. ¡Lorenzo era el que debía sentirse avergonzado!
Se había divorciado y ya no la conocía. Pensándolo, Camila se volvió calmada.
Amara estaba en el peligro, debía concentrarse en salvarla.
—Nada. Me dolía mucho. ¿Pudieras llevarme entrar?
La voz de Camila era suave.
—Claro. Pobrecita. Te llevo entrar.
El hombre se veía alegre.
Perfecto.
Camila sabía que una vez entrara en el club, nadie podría tocarla sin permiso.
Estaba a punto de entrar elegante como una cisne.
—¿Qué estás haciendo?
Una mujer apareció y preguntó al hombre. Dio una mirada torva a Camila y golpeó al hombre.
—Mi amor, no la conozco. No te enfades. Nos vamos.
El hombre la pidió perdón.
Camila se angustiaba. ¡Casi lo logró, pero lo rompió esta mujer!
¿Por qué?
¿Por qué nadie la hacía caso?
Se sentía vergüenza otra vez. Lorenzo la estaba mirando.
Nunca había pasado situación así.
De repente escuchó reír. Se volvió y vio a Alejandro, que era guardia y conductor de Lorenzo.
—¿Por qué ríes?
Echó una mirada a Alenjandro enfadada. Sus ojos eran claros y brillantes.
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