Camila salió del club pronto. En el camino de regreso vio a Rubén Amengual y Violeta Moreno. Estaban preocupados con cara pálida.
—¿Por qué venís?
Camila se les acercó corriendo.
—¿Estás bien? Nos asusta. Dicen que has venido lugar así. ¡Dios míos! Si te pasa algo, cómo se lo diremos al señor Felipe.
Al ver a Camila, los dos la examinaron para ver si estaba bien Camila.
—No os preocupéis. Estoy bien. ¿Dónde está Amara? ¿Está bien?
Camila sabía que les preocupaba, pero no se atrevía a usar el poder de su familia. No quería implicarla.
—Está bien. Ya la llevó un hombre que se llama Sergio Pousa.
Violeta asintió con la cabeza.
—Quería esperarte pero Sergio la puso en el hombro y la llevó. No me atrevo a impedírsele por sus relaciones.
Rubén dijo con verguüenza.
Al oír eso, Camila se calmó. Amara estaba segura al lado de Sergio.
—¿Qué pasó? ¿Por qué fuiste lugar así? No quieren dañar a Amara sino a ti. Te esperan. ¿Quién es? Me vengo de él.
Rubén estaba serio, se apretaba los puños.
—No te preocupes. Me encargo. No podemos dejar a los demás ofendernos.
Camila rio.
Rubén y Violeta se miraron y asintieron con la cabeza. Aseguraban que Camila podía tratarlo con su inteligencia. Ya que quería resolverlo sola, sería mejor que dejarla hacerlo.
—De acuerdo. Pero tienes que recordar que te apoyamos para siempre. Si tienes problemas, haremos todo lo posible para ayudarte.
Violeta tomó la mano de Camila. Subieron al coche hablando.
—¿Adónde vamos?
Rubén no quería llevarla a casa. Aunque se escapó indemne, sería mejor hacer algo para aliviar el temor.
—Tengo algo que hacer ahora.
La mirada de Camila era fría y su voz también.
Rubén no entendía.
—¿Qué quieres hacer?
Violeta estaba preocupada.
—Vamos a la familia Cambeiro.
En la familia Cambeiro.
Raúl estaba en una reunión. Había mandado no dejar a nadie acercarse al estudio. Roque Arce estaba a la puerta tranquilo. Sabía que no debía dejar a otros entrar para no molestar a Raúl.
Sandra Yepes llamó la puerta. Tomaba un plato en el que era una taza de café.
—Adelante.
Al cabo de unos segundos, la voz de Raúl sonó.
Sandra entró elegante.
Raúl sentado frente a la computadora. En la mesa, había papeles acumulados. Roque encontró los papeles que necesitaba Raúl, se les entregó a Raúl.
Uno peguntó, uno respondió con palabras simples.
—Señora.
Vio a Sandra acercarse, Roque cubrió los papeles tranquilamente y se fue con el permiso de Raúl.
Roque era un hombre prudente. Sabía que aunque Sandra era la mujer de Raúl, no podía dejarla enterarse de todo.
A Sandra le importaba que Roque nunca la tomara como la dueña de la familia Cambeiro.
Sin embargo no podía y no se atrevía a quejarse de eso a Raúl.
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