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Mi Frío Exmarido (Amelia y Dorian) romance Capítulo 1251

Al mirar a Amelia luchando por contener las lágrimas, Dorian sintió como si algo le golpeara el pecho con fuerza.

Recordó vagamente que, cuando Amelia había perdido la memoria, siempre fue capaz de darle toda su paciencia y comprensión, incapaz de soportar siquiera verla triste por un instante.

Sin embargo, con la Amelia que cargaba todos sus recuerdos, tanto en el pasado como ahora, lo único que parecía haberle dado era distancia y crueldad.

Antes, cuando no se había dado cuenta de que ella era indispensable en su vida, siempre había puesto el trabajo primero. Casi nunca le dedicaba tiempo ni compañía, y ni siquiera compartían esas pequeñas muestras de cariño y bromas que son tan comunes entre esposos.

Pensó en el día que Amelia fue a buscarlo a la oficina para pedirle el divorcio, y en aquella noche que pasearon juntos por las calles de Zürich. Recordó la forma en que ella miraba con anhelo a las parejas jóvenes, tan acarameladas, y cómo en sus ojos se asomaba una pizca de tristeza cuando confesó que lo que quería era amor. Durante mucho tiempo, él no pudo entender por qué ella anhelaba tanto eso.

Para él, el amor y el matrimonio siempre habían parecido tan simples, tan cotidianos como cocinar y lavar los platos.

Quizá fue ver a Amelia abrazando a Serena y tragándose las lágrimas, o tal vez el remordimiento por aquella carta que ella le dejó, el caso es que Dorian no pudo resistir más y caminó hacia ella.

Una sombra repentina la cubrió, haciendo que Amelia levantara la mirada de manera instintiva.

No esperaba que Dorian siguiera ahí. Su mirada se cruzó con la de él por un segundo, y enseguida apartó la vista, esforzándose por tragar las lágrimas que amenazaban con salir.

El sentimiento de ternura que acababa de surgir en Dorian se disipó de pronto, como si no tuviera derecho a sentirlo.

Aunque en el fondo le dolía verla así, no podía evitar que una rabia irracional se encendiera cada vez que notaba que ella ya no lo necesitaba. Esa sensación lo carcomía por dentro.

No podía tratarla con paciencia, ni siquiera fingirlo.

Pensó en cómo, desde que Amelia había perdido la memoria, todo entre ellos había sido dulce, hermoso, lleno de amor y dependencia mutua. Vivieron esos momentos de pareja joven que nunca tuvieron cuando estaban casados, los mismos que ella alguna vez envidió y deseó. No era que él no quisiera dárselos, era que ella ya no los aceptaba.

El resentimiento y la frustración lo invadieron de golpe, barriendo con toda la razón que le quedaba.

Donde antes había compasión y ternura, ahora solo quedaba una coraza dura y fría.

—Me voy. Si necesitas algo, mándame un mensaje o llámame.

Su voz salió áspera, cortante, sin una pizca de calidez.

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