CAPÍTULO 2: UNA VISITA INESPERADA.
En la mansión Antonov, el ambiente era festivo y alegre. El jardín estaba decorado con globos de color rosa y mesas adornadas con flores. La familia y los amigos se reunían para celebrar el bautizo de Milenka, la hija de Alexei y Tatiana. La música suave llenaba el aire mientras los invitados charlaban y reían.
―No puedo esperar a ver cómo te las arreglas con la fila de pretendientes que tendrá Milenka cuando crezca ―dijo Santino, dándole una palmada en la espalda―. Con esos ojos y esa sonrisa, seguro que va a romper más de un corazón.
Alexei, con su hija en brazos, miró a su amigo. Su expresión era fría y calculada, pero había un destello de diversión en sus ojos.
―Te aseguro que cualquier chico que se acerque a mi hija tendrá que pasar primero por mi pistola ―respondió, con voz calmada pero amenazante. Y créeme, no es conocida por ser particularmente amable con los que tratan de quitarme lo que es mío.
Santino soltó una carcajada, sin dejarse intimidar del todo.
―¡Vamos, Alexei! No me digas que vas a ser uno de esos padres aterradores. Aunque, pensándolo bien, eso es exactamente lo que esperaba de ti.
El ruso esbozó una leve sonrisa y su mirada suave se plasmó en su hija.
―Solo digo que tengo un par de métodos para proteger a Milenka ―dijo, tan serio como siempre―. Así que, si alguno de esos chicos tiene sentido, sabrá mantenerse alejado. A menos que esté listo para enfrentarse a un Antonov.
Justo en ese momento, Tatiana se acercó a Alexei con una sonrisa cálida. Le dio un beso suave en los labios antes de tomar a su pequeña hija en brazos.
―Oh, cariño, por lo visto, vas a tener más guardaespaldas que amigos ―dijo, lanzando una mirada burlona a Alexei―. Aunque, pensándolo bien, eso podría ser útil.
Alexei sonrió con una ceja levantada.
―Solo quiero asegurarme de que no haya ningún Santino rondando por ahí cuando crezca. Uno ya es suficiente.
Tatiana se rió y luego miró a Santino con una sonrisa pícara.
―A propósito, acabo de ver a Sophia buscándote. Creo que era algo de cambiar el pañal.
Santino soltó una carcajada, dejando escapar un suspiro.
―Rayos, Sophia siempre sabe cómo encontrarme, especialmente cuando hay pañales de por medio ―respondió, sonriendo con resignación―. Bueno, creo que debo ir a cumplir con mi labor como papá.
Tatiana asintió, todavía sonriendo.
―Buena suerte con eso. Y si sobrevives, nos cuentas cómo lo hiciste.
Santino se despidió con un gesto amistoso y se dirigió a buscar a Sophia. La celebración, llena de risas y momentos compartidos, continuaba. La familia Antonov disfrutaba de un día especial. De repente, uno de los guardaespaldas se acercó y le susurró algo al oído. La expresión de Alexei cambió de sorpresa a emoción en cuestión de segundos. Asintió con la cabeza y Tatiana no tardó en preguntar.
—¿Qué te tiene tan feliz?
Alexei la miró con una sonrisa que no podía ocultar.
—No vas a creer esto, lyubov —respondió, usando el término cariñoso en ruso que siempre le decía.
Tatiana alzó una ceja, intrigada.
—Hm, ¿puedo adivinar? —dijo juguetona.
Alexei negó con la cabeza, todavía sonriendo.
—No creo que lo logres, así que te lo diré ahora mismo. Artem está aquí. Mi amigo ha vuelto a casa.
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