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Dos horas después.
Ana había revisado la casa de los Campos de arriba a abajo.
Acababa de salir del piso inferior.
Varias miradas se dirigieron hacia ella casi al mismo tiempo.
Preguntando casi simultáneamente.
—¿Encontraste el supuesto mal ente?
Ana miró a Gael y respondió: —El problema no está aquí, ninguno de los artefactos antiguos que he revisado es un mal ente.
—¿Cómo? —Exclamaron varias mujeres al unísono.
Luego, Natalia cuestionó con escepticismo: —¿Es que tu capacidad no es suficiente y por eso no puedes verlo? Todos vivimos aquí normalmente. ¿Cómo es posible que el problema no esté aquí?
Este cuestionamiento tenía un tono especialmente desagradable.
Con una especie de desdén desde una posición de superioridad.
Ana solo lanzó una mirada a Natalia antes de retirar su vista y dijo directamente a Bryan, quien estaba a su lado: —El problema debe estar en ellos.
No importa cuánto cuestionaran a Ana, para Bryan, Ana era competente.
Ella podía manejar cosas que Fernando no podía.
Además, si no fuera porque Ana mencionó que había un mal ente, muchas personas no habrían pensado que por haber traído un mal ente a casa, este controlaba sus destinos.
Por lo tanto, después de que Ana terminó de hablar, él miró hacia Natalia y otros mayores.
—Juan y Natalia, ¿han comprado algún tipo de joyas en los últimos meses? Pulseras, brazaletes, collares, cosas así. —Preguntó Bryan a las personas presentes.
Juan frunció el ceño: —Por eso se le llama mal ente, porque es grande y su poder también es grande, de otro modo, ¿cómo podría causar tantos problemas? ¿Qué tiene que ver lo que hemos comprado recientemente y que llevamos encima? ¿A quién has traído aquí? No traigas falsedades a nuestro entorno.
—Justamente, las cosas que llevamos son solo joyas, las llevamos hoy y quizá por mucho tiempo no las llevamos de nuevo. ¿Cómo podrían esas cosas dañar a alguien? —Dijo Natalia rápidamente.
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