Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1202

Dos miradas se encuentran.

Ana, con lágrimas en los ojos, estaba abrumada por un torrente de emociones incontrolables mientras esperaba la respuesta del hombre frente a ella.

Gonzalo, con una mirada profunda y aparentemente inmutable, no apartaba sus ojos de Ana.

Parecía tener una extraña sensación de familiaridad hacia esta mujer, como si debiera conocerla.

Sin embargo, su razón le decía que nunca se habían encontrado antes.

Probablemente era porque la mujer frente a él, con lágrimas en los ojos y una apariencia de vulnerabilidad, evocaba fácilmente la compasión.

—Gonzalo... —llamó Verónica suavemente.

Después de mirar profundamente a Ana, Gonzalo desvió la vista y respondió: —Crecí en el País de la Arena Blanca.

Una respuesta muy segura.

Pero esto dejó a Ana increíblemente tensa.

Luego, Gonzalo y Verónica comenzaron a conversar con otras personas, y pronto todos olvidaron este incidente.

Solo el suave recordatorio de Pablo y Salvador hizo que Ana volviera en sí. Mirándolos distraídamente, respondió: —No es nada.

Ni Pablo ni Salvador esperaban esta situación.

¿Quién podría imaginar que habría alguien que se pareciera tanto a Alejandro?

Como si fueran copias exactas. No solo Ana, sino que ellos mismos estaban sorprendidos, incapaces de discernir ninguna diferencia, siempre sintiendo que Gonzalo era Alejandro.

Pero, ¿cómo podría ser Alejandro alguien que había crecido en el País de la Arena Blanca?

—¿Estás segura de que estás bien? ¿Quieres que nos vayamos ahora? —preguntó Pablo preocupado.

De todas formas, no estaba interesado en esta gala benéfica, y podían irse en cualquier momento.

Ana negó con la cabeza: —No, esperemos a que termine antes de irnos.

Su mirada discretamente volvió a posarse en Gonzalo.

Probablemente porque la mirada de Ana hacia Gonzalo había sido demasiado intensa anteriormente, la prometida de Gonzalo, Verónica, mostró algo de hostilidad hacia ella mientras sus miradas se cruzaban, con Verónica mostrando una expresión fría y defensiva.

Tanto en sus rasgos faciales, estatura como en la voz, eran idénticos.

¿Realmente existían dos personas idénticas en este mundo?

Ignacio, notando que Ana estaba distraída, no dijo más y simplemente se quedó a su lado en silencio.

Al oír la respuesta de Gonzalo, Ana seguramente tenía dificultades para aceptarlo, especialmente después de haber tenido tantas esperanzas que ahora se desvanecían.

Cualquiera encontraría difícil aceptar eso.

Después de unos diez minutos, el celular de Ana sonó con un mensaje de WhatsApp.

Volvió en sí y miró su celular.

Era un mensaje de Lourdes.

Le preguntaba cómo estaba y si quería que subiera a acompañarla.

Solo entonces Ana se dio cuenta de la hora; ya eran las siete de la noche, y era el momento de comenzar la subasta.