Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1237

Encontrarlos era solo cuestión de tiempo, pero estos tres años de búsqueda y espera finalmente dieron fruto.

Tres años también habían madurado su mentalidad.

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Después de salir del restaurante, Salvador le transfirió directamente 14,000 dólares a la estudiante.

—Invita a algunos compañeros a salir, estoy ocupado estos días y no tengo tiempo.

La estudiante, al ver la información de la transferencia en su celular, estaba extáticamente feliz. —¿Señor Salvador no vendrá con nosotros? Me pondré el traje de baño que me compraste en la tienda la última vez.

Eso lo decía todo.

Ella se iba a poner el traje de baño; uno podía imaginar lo que sucedería.

Salvador sacó un cigarrillo y lo encendió, escuchando a la estudiante sin mostrar cambio alguno en su expresión. —Póntelo la próxima vez para mí. Esta vez ustedes vayan.

La estudiante, al oír esto, no se atrevió a insistir más y, después de decir que sí, tomó un taxi y se fue.

Salvador se quedó solo en su lugar, con la mente perturbada.

Sacó su celular y le envió un documento a Ana.

Luego permaneció allí fumando.

Después de terminar un cigarrillo, miró hacia atrás al restaurante.

Mejor no. Una persona como él no debería lastimar a una buena mujer como Lourdes. No era digno de ella.

Luego se dirigió al estacionamiento, subió a su auto y se marchó.

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Ana y Lourdes terminaron de almorzar y se fueron por su cuenta.

Ella se sentó en su auto, sin prisa por salir.

En cambio, abrió su celular para ver el mensaje que Salvador le había enviado.

El documento contenía algunos detalles sobre la trayectoria de vida de Gonzalo.

Aunque Gonzalo tenía ascendencia española y había crecido en el País de la Arena Blanca desde pequeño, parecía que no era muy conocido ni tenía círculo social hasta estos últimos tres años en el País de la Arena Blanca.

Al bajarse, escuchó a un grupo de personas discutiendo sobre el accidente.

Un camión de carga había volcado, y la tierra que llevaba se había derramado sobre los dos autos que venían en dirección contraria.

Ahora, las personas en esos autos estaban atrapadas debajo.

Todavía no se sabía el número exacto de víctimas.

La policía ya había sido avisada, y tanto los bomberos como la policía de tránsito ya estaban en el lugar.

Las personas que podían ayudar estaban trabajando para limpiar la tierra.

Ana recordó que en su auto tenía una pequeña pala de metal, que podría ser útil.

Tomó la pala y de inmediato comenzó a caminar hacia el lugar del accidente.

En ese momento, alguien abrió de repente una puerta, bloqueándole el paso.

Con prisa por ayudar, no se detuvo a mirar a la persona que había abierto la puerta para bloquearle el camino. Solo dijo: —Por favor, cierre la puerta.