Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1240

—Así que, Alejandro debía estar también en el País de la Arena Blanca.

Bryan lo repitió nuevamente.

Si no hubiera sido por el mensaje repentino, él también habría pensado que Gonzalo, lleno de dudas, era Alejandro.

No era solo una suposición de Ana.

Él, Salvador y Caio habían hablado sobre Gonzalo, analizando algunos datos personales de él.

Siempre les pareció sospechoso.

Pero ahora, el paradero de Eduardo estaba proporcionando una explicación para la cuestión de la identidad de Gonzalo.

Ana guardó silencio durante mucho tiempo.

Finalmente dijo: —Voy a reservar un vuelo de regreso al País de la Arena Blanca.

Estaba ansiosa por volver al País de la Arena Blanca, donde Alejandro la esperaba para ser rescatado.

Bryan respondió: —Ya busqué gente en el País de la Arena Blanca. Antes no había noticias, pero ahora que tenemos información de Eduardo, creo que pronto lo encontraremos. Si puedes regresar al País de la Arena Blanca, muchas cosas se sabrán de inmediato.

Tras escuchar a Bryan, Ana ya no dudó: —Está bien, voy a reservar el vuelo ahora mismo.

Ana reservó un vuelo para pasado mañana.

Los vuelos de mañana ya estaban llenos.

Elena y los demás se sorprendieron al saber que ella regresaría al País de la Arena Blanca pasado mañana.

Pero después de escuchar la razón de su regreso, todos la apoyaron.

Ella también prometió que volvería para la boda de Francisco en dos meses.

Antes de dormir, habló por celular con la abuela García, cuya salud había estado deteriorándose. Aunque nunca le comunicaban malas noticias por celular, Ana y el médico se mantenían en contacto para estar al tanto de la situación real de la abuela García.

Ya fuera para encontrar a Alejandro y a Eduardo o para estar con la abuela García, no debía seguir quedándose en la ciudad A.

Era Narciso.

Ana había escuchado algunas cosas sobre Narciso en los últimos años.

Ahora que el Grupo García estaba bajo el control de otros, Narciso seguía viviendo libremente de sus dividendos, cambiando de una mujer joven a otra, sin que la muerte de Kenia le sirviera de advertencia.

Continuaba en su decadencia.

—Vendré a tu casa a las nueve de la mañana para ver qué sucede —dijo Ana.

Narciso no estaba satisfecho: —¿Esperar hasta que amanezca? No, ¡ven ahora! Realmente no puedo soportarlo más, siempre siento que hay gente en mi casa: mujeres, niños, mucha gente. Cada vez que cierro los ojos, parece que quieren estrangularme y no puedo respirar. No quiero aguantar ni un minuto más.

Al escuchar que estaba siendo atormentado por mujeres y niños, el rostro de Ana se endureció.

Cuando volvió a hablar, su tono no cambió mucho: —Entonces sal de tu casa por unas horas. Solo tengo tiempo después de las nueve.

Narciso finalmente tuvo que aceptar.