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Incluso una serie de comportamientos demostraban solo una cosa: él pensaba que era justo que Hailita tuviera dinero para gastar, y él podía disfrutar a sus anchas sin sentirse culpable.
Quería que Lucas entendiera que no le importaba que jugara con otras chicas inocentes y buenas, pero si jugaba con su amada hermana, enfrentaría todas las consecuencias.
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Eran las siete de la mañana.
Desde el centro de la ciudad hasta el aeropuerto, sin tráfico alguno, se necesitaban aproximadamente cincuenta minutos.
Gonzalo y Verónica hicieron el checkout del hotel y se fueron en auto.
Ana estaba en el camino.
Cerca del hotel, Bryan llamó.
—Ana, Gonzalo y Verónica no están en el hotel, deben haber ido al aeropuerto, se fueron de repente. Hace un momento, la persona que trabajaba con Gonzalo bajo mi supervisión me dijo que hoy Gonzalo tendría que dejar la ciudad A temporalmente y volvería en unos cuantos días. ¿Estás camino al hotel?
Al escuchar esto, Ana pisó el freno con brusquedad.
—¿Cómo es que se fue tan de repente? ¿No se suponía que iba a abrir una sucursal en ciudad A y que tenía varios proyectos en mente y muchas colaboraciones con empresas? ¿Cómo es que se va justo en este momento tan crítico?
Bryan respondió: —No estoy muy seguro de los detalles, tal vez algo surgió. No sé si llegarás a tiempo al aeropuerto. ¿Le has llamado para explicar la situación?
Ana respondió con un terrible nudo en la garganta, —He llamado varias veces, pero no contesta. Tuvimos algunos malentendidos antes.
—Bueno... yo le llamaré para ver qué es lo que pasa, — dijo Bryan después de un breve silencio.
—Ok, voy en este momento camino al aeropuerto,— respondió Ana.
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—Gonzalo, ¿dices la verdad cuando dices que es el presidente Alejandro?
Rocío se secó el cabello aún mojado mientras miraba cautelosa a Bryan, quien buscaba números de teléfono.
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