Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1847

—Sí, señor Bernardo, no aguante más, si soporta este tipo de cosas puede dañar el cuerpo.

Las dos mujeres tenían figuras especialmente atractivas pero malévolas.

Lo voluptuoso en los lugares indicados.

La piel, también muy blanca.

Especialmente bajo la luz de las velas, a primera vista, eran sumamente atractivas.

Josefina asombrada nunca había visto esta escena antes.

Aunque era una persona moderna, había asistido a clases de anatomía, visto algunas series de televisión e incluso recientemente había visto algunas películas eróticas pero nada más.

Después de todo, ella había crecido.

Pero nunca había visto una escena en vivo.

Ahora, estaba asombrada.

Le tomó un buen rato reaccionar.

—Aparta...

La palabra clave de Bernardo fue dicha con mucha contención.

También había algo de ferocidad en ella.

Sus ojos estaban extremadamente rojos.

Se podía ver con claridad que estaba aguantando un dolor extremo.

—Hoy vinimos específicamente para atender al señor Bernardo, señor Bernardo está tan incómodo, ¿por qué sigue aguantando? Podemos hacer señor Bernardo que se sienta cómodo.

—Sí, señor Bernardo, no aguante más.

Ambas estaban muy sorprendidas, nunca habían visto a un hombre que, después de tomar esa medicina, pudiera mantener la razón durante tanto tiempo. Por lo general, los hombres perdían el control después de tomarla.

Y mucho menos, ellas dos intentando seducir a Bernardo juntas.

En este corto período de tiempo, ya habían utilizado muchos métodos para acercarse y seducirlo y nada había funcionado.

Pero Bernardo, claramente ya casi sin razón, seguía resistiéndose intensamente.

Ellas no podían entender por qué Bernardo seguía aguantando.

Qué doloroso debía ser aguantar.

Ellas dos, tan hermosas, ¿realmente podría él seguir tan indiferente?

Desde que su cuerpo comenzó a sentirse anormal, su mente había estado llena de imágenes y el sutil aroma de Josefina.

El olor de esas dos mujeres era bastante repulsivo.

Cuanto más se acercaban a él, más lúcido se volvía.

Ellas decían ser Josefina, pero en realidad no lo eran.

El aroma de Josefina era agradable y sutil, uno que podía purificar su espíritu, mientras que el de esas dos diablillas era de completa decadencia.

—Josefina...

Sus ojos, rojos e inflamados, y su semblante evidentemente angustiado mostraban su enorme sufrimiento: —Me siento muy mal...

Aunque Josefina no sabía que efecto tenía droga, al ver los ojos rojos de Bernardo, lo comprendió de inmediato: —Sé que te sientes mal, te ayudaré a levantarte. Ve a la cama y espera un poco, ¿voy a buscar medicina, está bien?

En un armario en el sótano de su casa guardaba todo tipo de medicamentos.

Seguro habría algo para esta situación.

El doctor Cipriano solía venir de vez en cuando a cambiar los medicamentos en su casa.

Cuando Josefina estaba a punto de ayudar a Bernardo a levantarse, él de repente agarró con fuerza la muñeca de Josefina, con la palma ardiente.