Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 248

Aunque lo decía así, el abuelo Ramón tenía una confianza inexplicable en Ana.

Anita debería poder lograrlo.

Un niño que podría recibir todo el conocimiento que la hermana Ruiz había acumulado a lo largo de su vida, sin duda tenía un gran talento.

La abuela García asintió con seriedad:—Anita ya es lo suficientemente sobresaliente. Si no puede resolverlo, también es comprensible. Sin embargo, la hermana Ruiz me dejó una carta antes, diciendo que si Anita se casaba y alguien de nuestra familia se encontraba con algo extraño que nadie más pudiera solucionar, podríamos pedirle a Anita que lo intentara.

—¿Dónde está exactamente ahora la hermana Ruiz?—suspiró Don Ramón.

La abuela García también suspiró:—Cuando la hermana Ruiz termine con sus asuntos, volverá a vernos, seguro que sí.

Los ojos de Don Ramón se llenaron de lágrimas mientras asentía:—Tienes razón.

——

En el camino.

Alejandro miró a Ana, quien estaba absorta en sus pensamientos, y le dijo en voz baja:—No te esfuerces demasiado. La abuela confía más en ti ahora; está muy recelosa de la gente de afuera. Si lo de Don Hugo resulta ser demasiado complicado de resolver, buscaremos a alguien más.

Ana asintió distraídamente:—Está bien.

En ese momento, una notificación de WhatsApp apareció en su teléfono.

Ella lo miró.

Resultó ser un mensaje de Héctor.

【Perdón por lo de hoy. Tuve que irme de repente por algo en la tarde. El próximo fin de semana te invito a comer para compensarlo.】

Ana respondió:【No te preocupes, no pasa nada.】

Alejandro, de reojo, alcanzó a ver el mensaje. Sus ojos, oscuros y fríos, se endurecieron.

¿Alguien quería quitarle a su esposa?

En unos treinta minutos llegaron a la casa de Don Hugo.

Apenas entraron a la mansión, se escuchó un llanto desgarrador, el sollozo aterrador de un niño resonando dolorosamente.

Alejandro había estado antes en la casa de la familia Domínguez.

Esta vez, sintió una extraña sensación de frío que parecía penetrar en sus poros.

No sabía si era solo una ilusión.

Ana se quitó de la muñeca un pequeño hilo rojo.

El hilo rojo llevaba atado un pequeño cascabel.

Se lo entregó a Alejandro:—Póntelo, tal vez te sirva de algo.

Ella había notado cómo se le habían erizado los vellos de la mano a Alejandro.

Alejandro lo tomó, sintiendo que el cascabel aún llevaba el calor del cuerpo de Ana. Al ponerlo en su palma, no sentía el frío del cascabel, sino que la sensación de frío que había experimentado antes disminuyó notablemente.

Esbozando una ligera sonrisa, se colocó el hilo rojo en la muñeca.

Al ver el hilo rojo en su muñeca, de repente sintió que realmente le hacía falta tener algo así que, al verlo, le diera una sensación de bienestar.