Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 250

—La habitación de al lado es la del niño. Él también ha sido afectado por este vestido de noche,—dijo Ana.

Don Hugo quedó claramente sorprendido.

No reaccionó de inmediato.

El vestido de noche había sido un regalo de su hijo menor...

—La persona que hizo este vestido de noche lo diseñó con la intención de causar daño. A lo largo de los siglos, muchas personas lo han usado, y muchas han muerto por su culpa. Lo que la abuela Alicia y el niño vieron en sus sueños probablemente fueron personas que alguna vez usaron este vestido de noche,—dijo Ana con una expresión compleja.

La abuela Ruiz solía decir que en este mundo nunca faltan personas con malas intenciones.

Tener malas intenciones significa tener deseos ocultos.

Así que...

Ana recordó al hijo menor de Don Hugo, Tomás, quien había llegado hace un momento.

A partir de ahora, este era un asunto familiar de Don Hugo.

—¿Qué se debe hacer con este vestido de noche?—preguntó Alejandro.

Ana miró a Alejandro.—Quémalo en un fuego ardiente.

—Está bien... está bien,—la cara de Don Hugo se volvió pálida, y parecía haber envejecido varios años en un instante, perdiendo el espíritu que tenía hace unos momentos.

Pero después de haber pasado por tantas cosas en la vida, ahora siendo un anciano con un pie en la tumba, logró recuperarse rápidamente.

Unos minutos después, Ana y Alejandro dejaron la casa de la familia Domínguez.

En el camino de regreso a La Villa Estrella del Mar, Ana expresó su preocupación:—Es probable que Tomás, el hijo menor de Don Hugo, sepa algo sobre el secreto de ese vestido de noche.

Los ojos de Alejandro estaban llenos de una profunda serenidad. Con su porte distinguido, respondió con un suave "hmm".—Las familias de la ciudad A no son tan simples; hay muchos secretos ocultos detrás de ellas. ¿Te asustaste?

—No, solo estaba pensando en cuántas vidas han sido tomadas por ese vestido de noche.—Ana no podía evitar que los detalles del vestido, como su diseño y perlas, aparecieran en su mente cuando pensaba en él.

Era exquisito y deslumbrante.

Cualquiera que lo usara pensaría que realzaba perfectamente su figura.

Mientras miraba a Ana, cuyo rostro mostraba una expresión pesada, los ojos de Alejandro se oscurecieron como la noche.

Donde su mirada se posó, justo en la cuerda roja con campanas en su muñeca.

—Don Hugo se encargará bien de este asunto, no te preocupes,—dijo Alejandro con una voz suave.