Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 344

Ana abrió la puerta, visiblemente confundida.

—¿No trajiste la tarjeta de la habitación?

Justo al abrir, su confusión se hizo evidente.

Pero lo que siguió a continuación cambió todo: —¿Cómo es que eres tú? Carlos, ¿cómo encontraste este lugar?

Carlos vestía un traje negro, el uniforme de los empleados del hotel. En su placa se leía 'Carlos'.

Sus ojos, casi codiciosos, devoraban a Ana, escudriñando el interior del suite detrás de ella, el más caro del hotel, y se llenaron de repente de envidia.

—¡Ven conmigo! Querida, ¿no ves que Alejandro solo juega contigo? Lugares como la gran casa no son para ti. Las familias García y González no son iguales, los González ya te han causado suficiente dolor, sin mencionar a los García. ¿Por qué permites ser un juguete para Alejandro? —Carlos tenía los ojos enrojecidos, como si estuviera usando toda su fuerza para hacer que Ana despertara.

—¡Carlos, eres insoportable! Ya no tenemos nada que ver el uno con el otro, acosarme no te beneficia en nada, —respondió Ana con frialdad.

Carlos se desesperó: —Eres solo un pasatiempo para Alejandro, ahora seguro ves cosas que nunca habías visto gracias a él, pero solo puedes verlas, nunca serán tuyas de verdad. ¿Entiendes lo que digo?

—Si continúas así, acabarás sola, y cuando quieras volver, será demasiado tarde. Mírame, soy un ejemplo; creí que Carmen me amaba de verdad, pero solo quería jugar conmigo, nunca pensó en comprometerse. ¡Si vienes conmigo ahora, olvidaré todo lo que ha pasado!

—Si lo deseas, podemos volver a ser como antes, piensa en aquellos tiempos, éramos felices, solo nos teníamos el uno al otro, sin todas estas tentaciones que ahora nos desordenan. Solo necesitas aceptar que te lleve, nos casaremos de inmediato y tendremos nuestros propios hijos, ¡eso sí es felicidad al alcance de la mano!

—Ana, despierta, vámonos de aquí. Cualquiera podría hacerte daño, Alejandro también solo juega contigo, pero mi amor por ti es sincero. ¡Lo juro, desde ahora solo tendrás toda mi atención, siempre te trataré bien! Si alguna vez no lo hago, seguramente seré castigado.

Mientras escuchaba el largo discurso de Carlos, el rostro de Ana se volvía cada vez más frío.

Lo miraba como si estuviera viendo a un tonto: —¿Terminaste?