Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 424

Carmen observaba atentamente a Pablo.

Él, tan despreocupado y con una actitud de superioridad que casi gritaba un problema.

No temía los conflictos con la familia González.

¿Acaso había alcanzado otro nivel inaccesible para ellos?

No lograba ocultar más la envidia en sus ojos. ¿Había sido la suerte de Ana demasiado generosa últimamente?

¿Las personas que Ana conocía eran cada vez más impresionantes?

Y que pudiera seguir a Alejandro, incluso después de haber tenido una aventura con él, eso era motivo de envidia.

—¡Te voy a matar!— Sergio, al recuperar el sentido, perdió la razón y se lanzó hacia Pablo.

Pablo no temía a Sergio; golpearlo era para él como aplastar a una hormiga.

Cuando estaba a punto de dar otra patada, Gustavo detuvo a Sergio.

Ana miraba con una expresión serena, despreciando fríamente a Sergio, —¿Quieres morir?

Esta escena aceleró el corazón de Laura, quien yacía en la cama.

¡Su familia realmente se estaba desmoronando!

Observaba a su esposo y a sus hijos.

Se comportaban de manera irracional, intentando manipular a Ana, convencidos de que, no importa cómo la lastimaran, Ana los perdonaría. Su egoísmo era abrumador en su intento por alcanzar sus objetivos, creyendo que, incluso si Ana conocía sus intenciones, seguiría tolerándolos.

¿De dónde provenía ese sentido de superioridad?

Si hubiera sido unos meses antes, si le hubieran pedido a Ana hacer algo, no habría dudado.

Después de todo, en aquel entonces la obligaban a ir al hospital para donar sangre frecuentemente, y Ana siempre accedía.

Pero el resentimiento de Ana hacia ellos no era infundado.

¿No había sido siempre Ana la que estaba equivocada?

—Ahora puedes cerrar la boca, ve y quédate quieto al lado sin hablar,— dijo Gustavo, frunciendo el ceño hacia Sergio, que solo causaba problemas.

Carmen mordió su labio rojo, ¡la actitud de la familia hacia Ana realmente había cambiado!

Estaban intentando complacer a Ana.

Desde el principio, ella sabía que sería así.

—Si ya saben que se equivocaron, ¿por qué me siguen reteniendo ahora? Lo que dicen y lo que hacen no coinciden,— Ana dijo con una sonrisa irónica, pinchando su pretensión.

Incluso si pretenden estar cerca, es muy falso.

—No es así, ¿acaso no podemos comunicarnos bien ahora? Soy tu padre, ¿acaso te haría daño?— Diego frunció el ceño.

Quería desahogar su ira, pero no podía, solo debía contener su temperamento.