Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 656

Ana siempre habla con franqueza.

Estos conocimientos pueden ser tediosos y, si no se aman genuinamente, resultan crípticos y difíciles de comprender.

No obstante, era evidente que Ignacio mostraba interés.

Incluso aportaba sus propias perspectivas, lo cual sorprendía a Ana.

Durante su conversación sobre algunos amuletos que llevaban, Haila extrajo dos de ellos y dijo: —Pagué una fortuna por estos, aunque no estoy segura de si realmente funcionan. Ignacio no cree mucho en estas cosas, así que yo los conservo.

Ana los tomó para examinarlos, frunciendo el ceño en silencio.

Ignacio percibió algo: —¿Hay algún problema?

—Esto no es un amuleto. —respondió Ana con voz baja y semblante serio.

¿Quién estaría vendiendo estos objetos perjudiciales en secreto?

—¿No es un amuleto? ¿Entonces qué es? —preguntó Ignacio de inmediato.

Haila, sorprendida, exclamó: —¿No es un amuleto? Siempre lo llevo conmigo, excepto cuando me baño. Lo recomendó un experto que un anciano nos presentó, y nos costó trescientos mil dólares.

Al oír la suma, Ana frunció el ceño aún más, indignada por el alto precio de tales objetos perjudiciales: —Los símbolos aquí representados no son protectores; más bien, distraen a quienes los llevan, impidiéndoles concentrarse en sus tareas. Por ejemplo, alguien que antes estudiaba bien, al llevarlo, podría empezar a tener dificultades para concentrarse, y su rendimiento académico decaería, transformándolo en alguien con mal rendimiento. Igualmente, una persona con una carrera prometedora podría perder poco a poco su ambición.

—¿Qué? —Ignacio, que normalmente no muestra sus emociones, se levantó bruscamente.

El color se drenó del rostro de Haila y sus utensilios de cena cayeron al suelo.

Viendo el susto en los rostros de los hermanos, Ana suavizó su tono: —No es tarde, ahora que lo hemos descubierto. Quémalo y no habrá más efectos.

—¿Ana sabe por qué estamos tan sorprendidos? Es porque hemos encontrado la razón que Ignacio y yo no podíamos identificar. Antes, aprendía sin esfuerzo y podía asimilar rápidamente los métodos de estudio. Incluso el año pasado en la Selectividad, confiaba en ser el número uno en ciencias en la ciudad A. Pero hace dos años, perdí el interés en estudiar y comencé a rebelarme, faltando a clases con frecuencia. Al principio, Ignacio no se rendía y buscaba psicólogos para ayudarme.

—No importa qué método usara el psicólogo, he perdido completamente el interés en estudiar y he tenido que tomarme un descanso hasta ahora. Antes, solo pensaba que era mi falta de esfuerzo, que no podía soportar la presión de los estudios. ¡Pero resulta que el problema estaba aquí! ¡Nunca antes había pensado que estos dos amuletos eran la razón!