Ante estas palabras, todos se callaron.
La persona que había sugerido que se pusiera la obra en el estante, y que lo hizo primero, era Doria de verdad.
Si eso también estaba incluido en la calificación de los organizadores, entonces con esta capacidad de respuesta, era lógico que ganara puntos altos.
Pero en este momento, alguien susurró de repente,
—¿Quién sabe si ella lo ha sabido de antemano?
El personal continuó,
—Ya que habéis asistido a este concurso, deberíais confiar en que nosotros, los organizadores, prestamos mucha importancia a esta competición, y aseguramos la justicia en todas partes. Si hasta ahora todavía hay personas que tengan la sospecha, así que para evitar que aparecieran resultados inaceptables otra vez en los próximos partidos, tenéis derechos a retiraros ahora.
Reinaba un silencio absoluto en la sala, y nadie volvió a hablar.
El personal añadió,
—Entonces hoy ya está. Volved a preparar el trabajo de la segunda ronda. Esta vez tenéis diez días, y cuando el tiempo se acabe, llevad vuestras obras aquí, y os esperaré. Por último, os felicito a todos que tengáis un buen resultado.
Al salir el personal, por fin había personas que rompieron el silencio en la sala, murmurando,
—Me parece que están burlándose de nosotros. No nos dicen las reglas de antemano, sino que nos pide que adivinemos, ¿quién puede acertarlas?
—De acuerdo. Venimos a participar en el concurso de diseñadores, en vez de un rompecabezas. Tratándonos así, ¿los organizadores nos toman en serio o no? Como si los rogáramos.
—Basta. ¿Por qué no decís nada cuando el personal habla? Es mejor pensar en el concurso aprovechando el tiempo en lugar de quejaros ahora.
Todos se marcharon en un alboroto de quejas. Cuando Doria acababa de salir de la sala, una chica corrió hacia ella.
—Hola, Doria, soy Teresa Obregón.
Doria había oído su nombre, una diseñadora famosa durante estos años, que solo un año mayor que ella.
—Hola.
Teresa declaró su propósito directamente,
—¿Podría hablar contigo? Me ha tocado tu obra.
Doria asintió con la cabeza,
—Claro.
Teresa no creía que ella fuera tan amable que se desconcertó por unos segundos, y luego sonrió,
—Pues te invito a tomar un café. Hay una cafetería no muy lejos.
Doria miró el reloj, pensando que a pesar de todos no tenía otras cosas que hacer, entonces la aceptó,
—Vale.
Sentada en la cafetería, después de pedir un café, Teresa dijo,
—De hecho, me gustan mucho tus obras, e incluso he comprado esa serie tuya de ‘primer amor’, pero no había tenido oportunidades de conocerte. Antes te había visto en la inauguración, pero no me atreví a saludarte.
Doria se sorprendió,
—¿Por qué?
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