Sin esperar a que Doria totalmente arreglara bien sus pensamientos, Édgar ya le cogió la mano y anduvo adelante.
—Vámonos. Han terminado cosas aquí, pero todavía nos falta algo pendiente.
Ella salió de su meditación, apretando suavemente los labios. Sabía que se refería a Armando.
Se había huido Marcos, y también desaparecieron sus hombres. Armando por ahora quizás estaba en los manos de Édgar.
Doria lo seguía al salón VIP no muy lejos de la sala de banquetes.
Vicente los esperaba afuera.
Al ver encaminarse aquí a ellos, él saludó:
—Sr. Édgar, Señorita Doria.
Édgar le preguntó:
—¿Aún respira?
Le respondió Vicente:
—Sí.
Le había ordenado Édgar, si Armando resistía, no importaría cómo lo golpearían con tal de garantizar que él pudiera sobrevivir.
No opuso demasiada resistencia, pero siempre gritaba, diciendo palabras hirientes y horribles e incluso maldiciendo a Doria. Vicente pidió que directamente le taparan la cabeza y dieron una fuerte golpeo para que él pudiera parar, quien ahora estaba acostado adentro voceando.
Después de abrirse la puerta, vinieron los gritos de Armando.
Se acurrucaba en el suelo, con dos manos abrazando su vientre, gimiendo de vez en cuando.
Percibiendo haber entrado a alguien, levantó la cabeza a mirar, y luego se esforzó mucho más en gritar.
Édgar habló indiferencia:
—Ya que todavía puedes gritar, parece que no te lastimaron mucho.
Al oírlo, Armando de inmediato se levantó y dibujó difícilmente una sonrisa en su cara llena de moretones.
—Oye, mi cariña, y usted, mi yerno, nos vemos otra vez. Os he extrañado mucho durante este tiempo.
Doria lo miraba con frialdad.
—Yo también no pensaba poder verte de nuevo. Deberías estar muerto.
—Significan que soy suficientemente afortunado. Ahora mis hijos salen muy bien, todavía no disfruto de la buena vida, qué pena si yo muera fácilmente.
Édgar opinó:
—Eres la más cínico entre toda la gente que he visto.
Doria continuó preguntándolo:
—¿Dónde enterraste a mi mamá?
Escuchando tal cuestión, en su cara volvió a mostrar una sonrisa muy rara.
—A una persona ya muerta, ¿aún hace falta una tumba? Con solo un fuego todo se convirtió en cenizas, ya desapareció con el agua.
Ella frunciendo fuerte el ceño, llevaba un largo lapso mirándolo. De repente, dio la vuelta.
—No tengo nada que preguntar.
Ese tipo nunca le diría la verdad. A pesar de que le preguntara más lo sobre Ismael, sería insignificante.
Armando gritó mirando su espalda:
—Cariña, no puedes abandonarme tan cruelmente. Hace un momento, te defendí antes numerosas personas, y te he criado por muchos años, ahora tienes tanto dinero, ¡cómo puedes no mostrarme la obediencia!
Pero Doria lo ignoró y directamente se fue del cuarto.
Édgar caminó frente a él y habló con indolencia:
—¿Aún recuerdas lo que te dije?
Armando mirándolo, cuyo rostro de repente se puso rígido, sintió que una escalofría subía en su espalda, y aguantó finalmente las palabras que casi salía rompiendo de la garganta.
Édgar se volvió y ordenó al llegar por la puerta:
—Mátalo.
Vicente asintió:
—Bueno.
Poco después de que se fue, salió desde no muy lejos otra figura.
Vicente lo saludó solemnemente:
—Hola, Sr. William.
William le asintió también con la cabeza, y luego miró hacia el cuarto.
—¿Ese hombre, lo puedo llevar?
—Por supuesto.
—Gracias.
***
Tras marcharse del hotel, Doria se paraba afuera, mirando el cielo completamente oscuro y pensando en algo.
Édgar dio pasos con piernas largas en camino a su lado.
—Todo ya terminó.
Doria contestó con voz muy suave.
—Sí, ya terminó.
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