A pesar de haber tomado la decisión, Doria no sabía nada de la situación interior actual dentro del Grupo Collazo, por lo tanto, no podía tomar una decisión precipitadamente.
Édgar también pensó en eso, le pidió a Vicente enviar pronto las informaciones relacionadas.
Viendo este conjunto extenso de documentes, ella sentía que le dolía más la cabeza.
Édgar dijo:
—Después Vicente te aclarará brevemente la condición, si tienes algo difícil de entender, puedes consultarme.
—Bueno.
De hecho, la situación de la empresa era básicamente la misma que ella había visto.
No obstante, Vicente le dio una visión general de los proyectos más afectados, quiénes eran los responsables anteriores, con qué empresa trabajaban y el progreso general de los proyectos.
Y una cosa más, la magnitud actual del déficit del Grupo Collazo.
Pero lo que habían averiguado solo era una cifra aproximada, y para las sumas concretas aún hacía falta verificar.
Cuando Vicente terminó de hablar de todo lo que sabía, asintió con la cabeza y se fue de la oficina.
Édgar se sentó en el escritorio, procesando los documentos que tenía delante. Mientras tanto, Doria se hallaba en el sofá, leyendo lo que Vicente le había enviado.
Al encontrar algo que no entendía, lo marcaba y pensó en juntar todas las preguntas para consultárselas más tarde.
Fue toda una noche de lectura.
En cuanto Édgar alzó la cabeza desde su escritorio, ella ya estaba durmiendo apoyada en el brazo del sofá, con las informaciones en mano.
Édgar se le acercó, las sacó de su mano con cuidado, las colocó sobre la mesa y se quitó la chaqueta para arroparla.
Doria estaba totalmente agotada, no mostró ningún signo de despertar durante todo el proceso
En cuclillas enfrente a ella, le ordenó el pelo diseminado en su cara, con una expresión llena de ternura.
***
Cuando Doria se despertó, ya había amanecido afuera.
Levantó la mano y se frotó los ojos, y la chaqueta que cubría su cuerpo cayó se desprendió.
Ella se levantó con la ropa entre sus brazos y se dio cuenta de que Édgar ya no estaba allí.
Emitió un bostezo, luego buscó su teléfono y miró la hora, ya eran las nueve y media. No esperaba dormir hasta esta hora.
Todavía necesitaba regresar a casa para lavarse y cambiarse de ropa.
Doria dejó la chaqueta de Édgar sobre el sofá, y cuando se disponía a salir, alguien tocó la puerta.
Era Vicente, quien sostenía una bolsa en su mano.
—Señorita Doria, he aquí lo que me pidió el Sr. Édgar a entregarle.
Ella la tomó para revisarlo, encontró que adentro estaba su ropa.
Vicente continuó:
—Detrás de la oficina está la sala de descanso y el baño, tómese la libertad de usarlos.
Si no lo hubiera dicho, Ella casi lo habría olvidado. Entonces, Doria asintió con la cabeza.
—Entiendo, gracias.
Tras irse, ella entró en la sala y tomó una ducha sintiéndose mucho más fresca.
Cuando ella terminó de vestirse , salió, pero justo vio a Édgar que acababa de volver
Doria le preguntó:
—¿Comienzas a trabajar tan temprano?
Édgar se sentó en el sofá, frotando el entrecejo.
—Sí. Pasó un pequeño problema, no importa mucho.
Una pausa después, él le echó la mirada
—¿Vas al taller?
Ella respondió:
—Sí, quiero ir al Grupo Collazo mañana.
Porque ella presentía que, Jairo y Gonzalo, la buscarían otra vez.
Entonces, Édgar asintió:
—Vale.
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