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Mi Venganza: que Él Viva Arrepentido romance Capítulo 5

—No me toques.

Carolina apartó de un manotazo la mano de Alexandro, casi por puro instinto, rechazándolo con una fuerza que ni ella misma esperaba.

El dorso de la mano de Alexandro enrojeció al instante, pero él, sin pensarlo, le sujetó el brazo a Carolina y, de un tirón, la atrajo hacia su pecho.

—Carolina, no te pases de la raya.

Carolina trastabilló, terminando pegada a él. Furiosa, le dio dos puñetazos en el pecho.

—Alexandro, ¿puedes dejar de fastidiarme?

Con los ojos enrojecidos, Carolina retrocedió de inmediato, zafándose de su abrazo. Dio unos pasos hacia atrás, y al encontrarse de nuevo con su mirada, apartó el cabello que le caía sobre la cara, intentando recobrar la calma.

—Mantente lejos de mí de ahora en adelante.

—¿Lejos de ti? —El gesto de Alexandro se volvió aún más sombrío. Levantó la mano y le apretó la cara, acercándose tanto que sus narices se rozaron, sus labios casi se tocaron y el calor de su aliento la envolvió—. Carolina, no se te olvide quién eres.

¿Quién soy?

A Carolina se le escapó una risa cargada de ironía.

—¿La señora Ortiz, dices? —dijo, obligada a ponerse de puntillas por la presión de él—. Alexandro, tampoco se te olvide tú con quién has estado estos años. ¿Quién fue la que te salvó? ¿A quién querías que ayudara?

Hizo una pausa, su tono volvió a la misma distancia de siempre.

—Y ese niño de hace un rato, ¿de quién es?

Carolina se cruzó de brazos, recuperando su actitud impasible.

—Por favor, apúrate con los papeles del divorcio.

Dicho esto, se soltó de su agarre con fuerza y se marchó directo a la oficina, sin mirar atrás.

Benjamín se acurrucaba inmóvil en la ventana, como si estuviera protegiéndose, más decaído y desconfiado que nunca.

Eso no era normal en él.

Alexandro se acercó, sin cambiar el gesto, y habló con calma:

—Portarte mal y dejar de comer no va a servir para negociar.

Benjamín levantó la cabeza de inmediato al oírlo. Se subió un poco el pantalón, señalando el curita en su rodilla, queriendo decir que Carolina le había ayudado a ponerlo ese día.

Alexandro se quedó en silencio.

Normalmente, el niño no le hacía caso a nadie, ni siquiera a quienes intentaban tratarlo bien o ganar su cariño. Parecía que nada ni nadie le importaba.

Pero Carolina, con solo ponerle un curita, lo había hechizado. Como si de repente ella fuera todo lo que él necesitaba.

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